Me encontraba de nuevo en la cantina, con la tablet apagada en el centro de la mesa y dos botellines de cerveza vacíos.
No paraba de darle vueltas a las últimas palabras de la mercenaria de ojos verdes.
“…entonces tendrás que matarlo…”
Matar a Evan. A mi hermano. A un hermano al que no recordaba. El solo hecho de pensar en ello se me antojaba una labor insoportable. Era mi hermano, era de las pocas cosas que tenía claras. Se suponía que los hermanos no hacían esas cosas, los hermanos no se mataban entre sí, al menos hasta donde yo recordaba.
Dirigí la vista hacia la barra. Allí continuaban las dos: Shania y Caronte. En el local había más de una docena de mercenarias lanzando miradas mal disimuladas hacia mí.
Cómo se suponía que iba a hacer algo así, cómo iba a matar a mi propio hermano. Además, qué ganaría con eso. Las mercenarias nos masacrarían. No se trataba de tropa normal, eran asesinas de la Organización, asesinas como yo mismo. Era imposible, no sería capaz y además no quería seguir pensando en ello.
Permanecería en el Vaticano solo el tiempo necesario para comprobar que la niña, Sandra, estaba bien. En el momento en que Armand y Sami obtuviesen la vacuna a partir de la sangre de Ambros ella estaría a salvo, podría continuar con su vida sin amenazas.
Ambros era otra historia. A él sí que le iba a matar.
En cuanto al resto; Thais, Iván, las niñas y el abuelo, ellos estarían más seguros en el interior de la ciudad. Había cumplido todas las promesas que le había hecho a Laura. Los había mantenido con vida. A todos menos a Adam. Lamenté la muerte del marino, era un buen tipo, pero ya no tenía solución.
Las mercenarias se dirigieron hacia la puerta. Del exterior me llegó el sonido de motores. “Mi hermano” debía haber regresado. No quedó ninguna mujer, todas habían ido saliendo, todas excepto Shania y Caronte que permanecían en la puerta. La mulata debía estar fuera.
Sabía que debía ir pero no estaba seguro de poder soportar un nuevo enfrentamiento. Al final me levanté y encaminé mis pasos a la puerta.
En el exterior se hallaban estacionados los vehículos que formaban el convoy. Todos los ligeros y al final el camión. En torno a ellos se habían ido congregando más mercenarias y, algo más alejados, varios civiles que observaban con curiosidad el despliegue que se había organizado. El día era soleado, no se veían nubes en el cielo, la temperatura muy agradable. Un día perfecto que seguro se terminaba jodiendo.
Una de las mercenarias levantó la lona trasera. Al instante comenzaron a caer niños fuera, los estaban empujando. Daba la impresión de que el camión estuviese vomitando personitas. Los críos caían de cualquier manera. Pronto se extendieron los llantos entre ellos.
—Solo son niños joder.
Caronte intentó detenerla al adivinar sus intenciones.
—Es mejor que no te metas en eso.
Shania la apartó de un empujón y se dirigió hacia el camión.
—Shania no…
Los críos continuaban cayendo. Veía a Shania acercarse al final del convoy. Había salido a cien pero parecía irse calmando según llegaba a los vehículos.
El silencio en el exterior solo era roto por los lamentos de los críos al ser lanzados al suelo. Desde mi posición vi como Evan descendía de uno de los coches y se dirigía hacia la parte de atrás del camión. Allí se encontró de frente con Shania.
—Evan, parece que al final has dado con ellos, con los niños —enfatizó esa palabra.
Desde la puerta de la cantina vi como mi hermano ladeaba la cabeza despreocupado y esperaba a que ella se acercase. En cuanto llegó junto a él, lanzó un brutal puñetazo al estómago de Shania. La vi doblarse sobre sí misma y caer de rodillas intentando conseguir algo de aire. Mi hermano no le dio tregua, la levantó del pelo y llevó su cara junto a la de él.
—Vaya, vaya, vaya. Parece que la pérdida de memoria es algo contagioso.
Había elevado tanto la voz que, desde donde me encontraba, lo había escuchado perfectamente.
—Qué…
Shania no era capaz de hablar, continuaba sin respiración.
—Creo que olvidaste comentarme algo. Mira allí.
Instintivamente todos los presentes giramos la vista hacia el lugar que había indicado Evan: el camión.
De la caja cayó primero Jorge, luego Clémentine. La chica hubo de ayudarle a levantarse. Jorge tenía sangre en el rostro, parecía conmocionado y… se sujetaba la mano derecha, puede que tuviese rota la muñeca.
Antes de que diese un paso hacia fuera, Evan soltó a Shania y lanzó una salvaje patada a su pecho. La vi caer un metro más atrás y retorcerse en el suelo incapaz de levantarse.
—Cabrón.
Caronte me detuvo.
—No es el momento, no ahora, hay demasiadas mercenarias.
Sin tiempo a contestarla nos llegaron gritos y llantos desde el camión. En ese momento arrojaban fuera el cuerpo de un hombre. Era Amos. Su silueta en el suelo semejaba un juguete roto. Estaba inconsciente. Parecía sangrar de la mano y de la cabeza. Cuando me disponía a ir al encuentro de mi hermano, Kool ayudó a bajar del camión a Francesca. Me detuve. Llevaba algo en sus brazos. Al momento supe lo que era: el cuerpo de un niño, el cuerpo ensangrentado de Toni, el niño sordo.
Sentí hervir mi sangre y aparté de un empujón a Caronte. En unas pocas zancadas me planté delante de mi hermano.
—Hola hermanito ¿Has hecho progresos con tus recuerdos?
Sin contestar me lancé sobre él. No logré tocarle, me esquivó sin dificultad, trastabillé y a punto estuve de caer al suelo. Mi hermano era rápido, más rápido que yo.
—Prometiste que no le harías daño a nadie. Has matado a un niño, has herido a Jorge y a Amos.
—No, no, que va, no recuerdo haber prometido tal cosa.
Sentía como el odio se apoderaba de todos mis sentidos, si me enfrentaba en esas condiciones a mi hermano no tendría ninguna posibilidad. Una sonrisa cínica se asomó a su rostro. Sus ojos evidenciaron que él también se había dado cuenta de esa realidad.
Miré alrededor nuestro. Jorge apenas podía sostenerse con ayuda de Clémentine. Francesca se había hincado de rodillas junto a Amos sin soltar de sus brazos al niño ensangrentado, incapaz de continuar llorando. Se podía adivinar el miedo en los rostros de los civiles congregados alrededor.
Las mercenarias se habían desplegado para evitar cualquier conato de rebelión. Una de ellas se había acercado demasiado a mí. Lancé un golpe a su cuello y le arrebaté la pistola. El movimiento había conseguido sorprender a mi hermano. Cuando me disponía a encañonarle sentí un fuerte golpe en la rodilla que me hizo doblar la pierna. Logré evitar un nuevo golpe de Caronte. Sus manos sujetaron la mano con la que empuñaba la pistola. Tiré con fuerza de ella al tiempo que bajaba rápido los brazos. Mi frente impactó en su rostro y salió despedida hacia atrás. Me volví hacia mi hermano. Una descarga en la espalda me derribó. Caí al suelo y me golpeé el rostro, no era capaz de dominar mis extremidades, solo pude girarme un poco mientras la descarga eléctrica continuaba. Allí estaba la mulata sosteniendo la Taser con la que me había inmovilizado. Incapaz de resistir más, perdí el sentido.
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—Vaya, menos mal que todavía queda alguien competente.
Evan se acercó a Caronte y le ayudó a levantarse. Con un dedo limpió la ceja partida por la que manaba un hilo de sangre.
—Cómo… cómo… las Taser solo incapacitan durante cinco segundos, interfieren en la respuesta del sistema nervioso central, no electrocutan al individuo inmovilizado, no lo dejan sin sentido, qué…
Evan dejó escapar una sonrisa mientras terminaba de limpiar de sangre el rostro de Caronte.
—Eso es una aportación especial de Aisha, ya te pondrán al día.
Acto seguido se apartó de ella y se situó en el centro, en un lugar en el que todos pudiesen verlo con claridad.
—Mirad. Ese de ahí es mi hermano, mi hermano gemelo, sangre de mí sangre. Eso no le ha impedido enfrentarse a mí. Observad de lo que le ha valido y luego imaginad lo que haré con el que se atreva a cuestionarme —en ese momento giró la vista hacia Kool en un claro aviso.
Alrededor lo único que se escuchaba era el llanto ahogado de algunos de los pequeños.
Evan hizo un gesto a Kool para que se acercase.
—Encerradlos a todos, a los niños y a ellos —señaló a Amos y a Francesca.
—Él necesita atención médica.
Evan se giró con brusquedad hacia Kool.
—La zorra era médico ¿No? Pues que le cure ella.
—¿Y Luca?
—A todos. Le dejaremos que medite un poco sobre su situación.
Mientras Kool iba dando instrucciones para que reuniesen a los asustados niños, Evan se acercó a Caronte.
—Bien hecho. Remy, entrégale su armamento. A partir de ahora os encargaréis las dos de la vigilancia de mi hermano.
Se dio la vuelta sin más y se encaminó hacia el Palacio de la Gobernación. Sin girarse llamó a Alma.
—Vamos a ver qué hace Armand.
Las mercenarias se dispusieron a disolver a los asustados espectadores. Los civiles que no se habían ido ya no tardaron en desaparecer.
Kool había ayudado a levantarse a Francesca.
—Entrégame al niño, yo lo enterraré. Tú debes atenderle —señaló a Amos— haré que os proporcionen material sanitario.
—¿Qué más da? El final será el mismo, ese salvaje nos matará.
—A los niños no les hará nada…
—¿Ah no? —Francesca levantó el cuerpo del crío.
—Lo siento, eso no debía haber pasado, pero ya no tiene solución. Tú encárgate de curarlo y estad preparados.
Kool cogió con delicadeza el cuerpo del niño y le hizo una seña a Kendra, una mercenaria de Ghana que había estado a sus órdenes desde que entrase en la Organización.
—Enciérralos a todos. Tú y Stark vigiladlos. Haz que les den comida y agua. Si hay algún herido más, que la mujer lo atienda. Y —enfatizó— no quiero que ninguno de esos niños sufra daño alguno.
Tras dejar clara la misión de cada uno se dispuso a enterrar el cuerpo del niño junto al de Yess, le pareció que a ella le gustaría reposar junto al pequeño.
Caronte se limpió la sangre que brotaba de su ceja con la manga de su uniforme. Se inclinó hacia Shania y la ayudó a incorporarse. Todavía no era capaz de respirar con normalidad y el pecho parecía dolerle.
—Cógele a él —se dirigió a la mulata— date prisa antes de que se despierte.
—Cogerle para qué, hay que encerrarlos, ya has oído a Evan.
—Y eso haremos, levántalo.
—Kendra y Stark ya se encargan.
—Ya le has oído, nosotras debemos vigilarles. Les llevaremos a la misma celda en la que le encerraron al capturarle.
—Es pequeña, ahí no hay sitio para todos…
—Solo vamos a encerrarles a ellos, a Luca y a Shania.
Remy se volvió. Kendra estaba terminando de organizar el traslado de los críos.
—La partida está llegando a su final Remy, debes decidir de qué lado estás.
La mulata frunció el ceño y ladeó la cabeza en un gesto que no presagiaba nada bueno, lo que dejaban entrever las palabras de Caronte resultaba demasiado peligroso.
—¿Os encargáis vosotras de esos dos?
La pregunta de Kendra pareció detener el tiempo. Caronte le sostuvo la mirada a Remy consciente de que si la mulata no colaboraba todo habría terminado antes de empezar.
—Sí, vosotras ocupaos de los niños.
Remy no había apartado la vista de Caronte. Sus miradas continuaban midiéndose.
Shania tosió violentamente y escupió una bocanada de sangre. Caronte se apresuró a sostenerla.
—Vamos de una puta vez.
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Evan caminaba deprisa. A Alma le costaba seguirle el paso. Fue directo al laboratorio. Allí solo halló a Sami trabajando. La niña leía sentada en una de las sillas. Pudo sentir la indiferencia de la pequeña al descubrirle.
—¿Dónde está Armand?
Sami puso cara de circunstancias y luego se encogió de hombros. Hacía rato que se había marchado sin decir adónde.
El rostro de Evan se contrajo presagiando problemas.
—¿Cómo va la vacuna?
—Es complicado, seguimos en ello. Haría falta más personal, también más medios, además —señaló el muñón de su brazo— esto no ayuda.
Evan pareció meditar un instante.
—Te traeré otro médico y Armand no volverá a moverse de aquí.
—¿Otro médico?
—Eso he dicho.
Evan se volvió y desapareció sin dar más explicaciones.
Cuando Evan entró en el despacho de Armand este se encontraba recostado en su silla, con los ojos cerrados y los pies sobre la mesa. Ni siquiera se percató de su presencia hasta que Evan le levantó los pies y le hizo caer hacia atrás.
—Joder.
Al descubrir a Evan todo su cuerpo comenzó a temblar.
—Te dije que la vacuna era prioritaria.
—Solo estaba descansando un momento, no hemos parado en…
Evan le cogió de la pechera y acercó su rostro al suyo.
—Yonqui de mierda. Lo único que evita que te atraviese la cabeza es que mi hermano todavía no ha recuperado la memoria.
—Bu… bu… bueno, ya te dije que…
Evan lo cogió del cuello y lo arrastró hasta el laboratorio, una vez allí lo lanzó al suelo.
—Escuchadme bien los dos. No tenemos mucho tiempo. Mañana a primera hora regresaré. Si no habéis conseguido aislar una vacuna me enfadaré. No puedo cortaros la cabeza sin más así que alguien pagará las consecuencias —señaló hacia Sandra.
Sami se puso lívido.
—Pero…
—¡Tú cállate! Y tú vuelve a tu despacho y métete lo que sea que tomas pero termina de una vez este trabajo. No te lo repetiré Armand. A ninguno.
—¿Y Luca?
—Deja a Luca de momento. Soluciona esto.
Sin dar lugar a más objeciones abandonó el laboratorio.
Alma le seguía sin saber qué hacer.
—Evan…
—Vamos a comer algo. Tengo hambre.
—Claro.
Caminando tras Evan, Alma sonrió. Parecía que su jerarquía en el organigrama de la Organización había mejorado. Después de la muerte de Yess se había establecido una especie de vacío en el entorno más cercano de Evan. No parecían correr buenos tiempos para Kool. Alma siempre había intentado acercarse a Evan. Su personalidad le gustaba. También su cuerpo. Habían mantenido muchos encuentros sexuales, sintió que se excitaba solo recordándolo. El sexo con él era primitivo, salvaje, incluso violento en ocasiones, justo lo que a ella le ponía; pero lo que de verdad ansiaba era convertirse en su lugarteniente. Con Yess muerta su momento había llegado. Solo había un resquicio, una pega: Luca. Cómo coño había podido Evan mantener oculta una cosa así. Luca era el cabo suelto. Evan quería recuperarlo pero si eso ocurría, la relevancia que deseaba podía verse comprometida.
Mientras caminaba tras Evan se recolocó el cabello en una coleta perfecta a la vez que comprobaba que su nuevo estatus no pasaba desapercibido para las mercenarias con las que se iba cruzando.
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Kool había cogido la pala, la misma con la que había cavado la fosa para Yess. Había dejado el cuerpo sin vida del niño en el suelo y ahora daba paladas sin descanso repasando los últimos acontecimientos. Había algo que no paraba de rondarle la cabeza. Tenía que ver con Yess y con las extrañas circunstancias de su muerte. Mientras cavaba iba intentando ordenar sus pensamientos.
Comenzó a hablar en voz alta al mismo tiempo que clavaba la pala en la tierra.
Yess era muy buena en su trabajo.
Palada de tierra.
Yess se transformó en zombi.
Palada de tierra.
Murió a manos de los zombis, por eso se transformó.
Palada de tierra.
Salió del Vaticano en busca de Luca.
Palada de tierra.
Yes presentaba varias heridas de bala en las piernas.
Palada de tierra.
Luca tenía marcas de disparos a quemarropa sobre su chaleco anteriores a los disparos de Shania, ella también los presentaba.
Palada de tierra.
—Hijo de puta.
Kool soltó la pala y corrió hasta el coche. Salió derrapando de allí.
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Caronte abría la marcha sujetando como podía a Shania. Remy cargaba sin problemas a hombros a Luca. Aunque tardaron más de lo esperado en alcanzar la habitación en la que habían encerrado la otra noche a Luca, llegaron sin contratiempos.
—Espera.
Caronte se volvió hacia la mulata.
—Mejor en esa otra.
—Qué más da.
—En esa hay dos camas y… primero se dirigirán a esa –señaló la puerta que tenía delante Caronte.
—Vale, a esa pues.
Una vez en el interior, la mulata dejó caer sin contemplaciones a Luca sobre la cama. La habitación era más grande que la que lo había acogido en su primer encierro. Contaba, en efecto, con dos camas, dos sillas, una mesa que haría las veces de escritorio y una habitación con un baño al fondo. Las paredes estaban tan desnudas en esta como en la otra.
Caronte ayudaba a sentarse en la silla a Shania. Se volvió al escuchar amartillarse la pistola.
—Explícame de qué cojones va todo esto o te voy a meter una bala en la cabeza.
Caronte miró a Shania, esta le hizo un gesto afirmativo antes de volver a toser otra bocanada de sangre.
—Necesito que traigas mi armamento ¿Crees que podrías traer también armas para Luca y para Shania?
—¿Qué? ¿Es que no escuchas? Que me digas qué es lo que está ocurriendo.
Caronte se apartó de Shania y se sentó en otra silla.
—Creo que ya lo sabes. Has visto a Evan, está descontrolado.
—Yo lo veo como siempre.
—No, no es verdad. Maltrata a la población, de hecho los mantiene en un régimen de semiesclavitud. Abusa de compañeras tuyas, de Yess, de Zoe, seguramente habrá otras. Hoy ha asesinado a un niño.
—Todos los días muere gente. Eso pasaba ya antes del Apocalipsis zombi y continua pasando ahora.
—Evan está presionando a Armand y Sami para que obtengan cuanto antes una vacuna para el virus zombi. Ya sabes lo que eso significa.
—No, dímelo tú.
—El que controle un remedio contra ese puto virus será la persona más poderosa de la tierra. Podrá decidir quién vive y quién muere.
—Eso ya lo decide ahora.
La mulata sujetó el arma con las dos manos. Caronte no era capaz de convencerla.
La puerta se abrió de improviso. Kool se coló en dos zancadas.
—¿Qué está ocurriendo?
Remy mantenía encañonada a Caronte. La mulata enfundó lentamente su arma.
—Teníamos una disparidad de criterios —respondió Caronte.
—Despiértalo —ordenó a Caronte.
—La descarga ha sido muy intensa, no creo que sea posible.
Kool desenfundó su arma y se acercó hasta la cama donde continuaba tumbada Shania.
—Luca tenía marcas de disparos en el pecho, tú también. Eran anteriores a los que le infligiste tú. A Yess le dispararon en las piernas ¿Quién le disparó, quién os disparó a los dos?
Shania dirigió una mirada a Caronte antes de erguirse con dificultad.
—Íbamos a salir del Hotel Palatino. Nos descuidamos. Al llegar al primer piso recibimos dos impactos cada uno. Ni siquiera los oímos.
Los dedos de Kool se crisparon en torno a la empuñadura de la pistola.
—Eran dos mercenarias. No las conocía.
—¿Les disparaste tú? ¿Él?
—No llegamos a disparar.
—Ya, y esperas que te crea. Esperas que crea que sucumbieron sin más ante los zombis.
—No, no fue sin más. Entonces no lo entendí. No conocía la existencia de Evan… pero ellas sí. Se sorprendieron al descubrir a Luca, era idéntico a Evan. Una de ellas, la más menuda quería marcharse, dejarnos allí.
—Yess —interrumpió Kool.
—La otra insistió en que debían acabar con nosotros. Se enzarzaron en una pelea. Los zombis… los zombis las sorprendieron. A una de ellas se le escapó una ráfaga. Su compañera resultó alcanzada. Los zombis se le echaron encima. Nosotros no tuvimos nada que ver con su muerte, de hecho, de no haber sido por… Adam ahora seríamos zombis como ellas.
Kool se apartó de la cama, retrocedió hasta el centro de la habitación y comenzó a masajearse las sienes con las manos. En una de ellas continuaba la pistola. El mercenario se dirigió hacia la puerta y salió como había entrado.
Caronte soltó todo el aire que había estado conteniendo desde que Kool entrase en la habitación.
—¿Por qué fueron a ese Hotel?
—¿Qué? —Caronte se volvió hacia Remy.
—Querían encontrar a Luca y matarlo, pero no sé por qué aunque puedo decirte lo que pienso.
—Adelante —animó Remy.
—Evan tenía sometida a Yess, seguramente también a Zoe, entre otras. Yess había oído hablar de Luca, de lo importante que era para Evan. Creo que salió en su busca para matarlo, creo que temía que Evan encontrase un nuevo apoyo. Lo que no se esperaba era que fuesen hermanos.
En la habitación se hizo un denso silencio. La mulata parecía estudiar la respuesta obtenida y relacionarla con los últimos acontecimientos.
—Vale, continuemos teorizando ¿Cuál es el plan? —La mulata caminó hasta la puerta de entrada y apoyó su pesado cuerpo contra ella.
—Hay que deshacerse de Evan, eliminarlo. Antes de que obtenga la vacuna.
La mulata dio varios pasos por la habitación.
—Es una locura. Cuenta con el apoyo de la tropa, vale, quizá no toda, pero en un enfrentamiento la mayoría se pondrá de su lado.
—No habrá enfrentamiento.
—¿A no?
—No. Eliminaremos a Evan y lo sustituiremos por Luca. Piénsalo. Son idénticos, solo esa cicatriz los diferencia. A la tropa le dará lo mismo. Luca es más empático.
—Qué gilipollez.
—No tienes que ayudarnos, solo mantente al margen.
—Eso ya no es posible ¿No crees?
Caronte se encogió de hombros.
Tras unos largos y tensos minutos la mulata asintió.
—Iré a por tu armamento. Veré si puedo conseguir también armas para ellos —señaló a Luca.
—Gracias.
Antes de que saliese, Shania la llamó.
—Tienes que traer aquí a los dos chicos, a Jorge y a Clémentine.
—Eso no es posible, Kendra y Stark los mantienen vigilados.
—Tienes que hacerlo.
Shania volvió a toser aunque en esta ocasión no escupió sangre.
—¿Qué más da? Son solo niños.
—Te equivocas. Son importantes para Luca. Evan se ha dado cuenta. Le ha visto arriesgarse por ellos. Shania mintió para protegerlos —Caronte sí se había dado cuenta de todo— Evan no dudará en utilizarlos contra él si es necesario.
Remy recorrió con la mirada a Shania y a Caronte.
—Primero iré a por las armas, luego ya estudiaremos lo de esos chicos.
—Podrías traer también algo de comer, y bebida.
—Sí buana.
La mulata abandonó por fin la habitación.
—¿Confías en ella?
—¿Tenemos opción? —Respondió Caronte.
Shania se dejó caer en la otra cama.
—Déjame ver tu pecho, no me gusta esa tos.
—Vaya, en otras circunstancias esas palabras podrían haber resultado muy excitantes.
Caronte no supo interpretar las palabras de Shania.
@@@
Evan comía con apetito unas chuletas de cordero con unos huevos, en ese momento ni siquiera echaba de menos comer pescado. Alma solo había pedido los huevos. Observó con disimulo al actual líder de la Organización. Todo en él resultaba salvaje. Comía las chuletas sujetándolas con la mano, su manga derecha dejaba ver una intensa mancha de sangre. La cicatriz de su barbilla se movía al ritmo de su masticación. Alma llevó el botellín de cerveza a su boca y se lo acabó.
—¿Qué va a pasar a partir de ahora?
Evan terminó de arrebañar la carne que quedaba en el palo de la chuleta y dio un trago a su cerveza.
—Mañana probaremos la eficacia de esa vacuna.
—Probarla… ¿Con quién?
—El Guardia Suizo, claro.
—No está infectado.
—Eso tiene fácil solución ¿No crees? Le administraremos la vacuna y luego lo echaremos a los zombis.
Alma asintió pensativa.
—El árabe dijo que era complicado. Tal vez no dé con la vacuna.
—Lo hará —Evan acabó su cerveza y le dio una voz a la camarera para que trajese otras dos— esa cría le importa, hará lo imposible. La gente se empeña en sentir afecto, incluso amor hacia otras personas. Eso les hace débiles, vulnerables.
La mujer cambió su expresión. Evan lo advirtió.
—Qué…
—Luca es tu hermano, es normal que te sientas unido a él.
—No te equivoques, no dejaré que nadie se interponga: nadie.
Alma se pasó la botella de una mano a otra, incómoda. Evan arrancó otro trozo de carne de la chuleta.
—¿Y si no funciona? La vacuna ¿Y si no funciona?
—Buscaremos otro sujeto de prueba— Evan cogió una de las cervezas que traía la mujer y dio varios tragos antes de depositarla sobre la mesa— podrías elegirlo tú ¿Te gustaría? Tengo curiosidad ¿A quién elegirías?
Alma fantaseó con la posibilidad de echar a Kool a los zombis, incluso a Luca. Esperó que Evan no pudiese adivinar sus pensamientos antes de responder definitivamente.
—Puede que al anciano ese que capturamos el otro día. No creo que tenga ninguna utilidad.
Evan sonrió ante la respuesta.
—Puede ser, aunque yo había pensado en Kool.
Alma tragó saliva, lo mismo sí que era capaz de leerle la mente.
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Remy se subió a uno de los coches y fue directa a la armería. El local quedaba lejos, en el interior del Cuartel de la Guardia Suiza. En un principio pensaron en trasladarlo, junto con las pocas armas que quedaban, a un sitio más cercano al Palacio de la Gobernación. Al fin y al cabo, la mayoría de las armas que albergaba ahora eran de la Organización, el resto se habían ido usando durante los primeros días de la infección. Aisha se había opuesto. El sitio le gustaba. Quedaba demasiado cerca del muro exterior pero eso no era algo que a esa bruja le importara, así se garantizaba que tendría solo las visitas justas.
Mientras conducía buscaba alguna excusa lo suficientemente convincente para que la puta de Aisha no sospechase. Era la protegida de Evan, por eso le había permitido mantener la ubicación de la Armería en ese sitio, si sospechaba algo sería capaz de dispararle.
Aparcó el vehículo junto al que usaba Aisha habitualmente en sus desplazamientos. Antes de que la mulata se acercase a la puerta ya se estaba abriendo. Allí estaba Aisha, su rostro cubierto de profundas arrugas y aún más blanco que la última vez que la vio, lógico, apenas salía de esa habitación. El pelo moreno con multitud de canas y lo peor de todo; ese olor que desprendía siempre y que daba la impresión de contagiarse a todo lo que se encontraba a su alrededor. Entre la tropa se decía que hasta las armas olían a Aisha.
Tras ella pudo ver las estanterías llenas de corazas antiguas, de yelmos del siglo XV. Quedaban algunas espadas y alabardas que ella se había encargado de limpiar, lo mismo que había abrillantado las armaduras. Más cerca de la entrada, justo a su derecha, estaban los armeros que albergaban el armamento de la Organización.
—Qué.
Su amabilidad también era legendaria.
—Hola Aisha.
—¿Qué quieres?
Decidió que lo mejor sería no dar rodeos e intentar parecer convincente. Aisha, casi con toda seguridad, era la persona más fiel a Evan. Durante una escaramuza en la ciudad de Sarajevo anterior a la toma del Vaticano, Evan se había visto rodeado de zombis, cualquier otro combatiente se habría rendido, habría sucumbido, pero Evan no.
Sin munición para sus armas de fuego, empuñó su cuchillo y fue manteniendo a raya a los zombis. Así continuó hasta que la Unidad de la que ella y Aisha formaban parte llegó en su ayuda.
El escenario no podía ser más adecuado, en plena Avenida de los Francotiradores se enfrentaron a la horda zombi que rodeaba a Evan. Aisha se abrió paso hasta su jefe y le entregó su pistola. No sirvió de mucho, las balas no tardaron en acabarse y la situación volvió a ser dramática. Ahora toda la Unidad se encontraba a merced de los zombis. Ya no había más refuerzos, nadie iba a ayudarles. Evan consiguió abrirse paso hasta uno de los puentes cercanos, no recordaba el nombre. Una vez allí fueron saltando a las aguas del río Miljacka. La corriente les alejó de los zombis que se lanzaban a las aguas tras ellas.
Una vez a salvo, en el recuento de bajas, Aisha fue ayudada a salir del agua. Su pierna derecha presentaba una fractura terrible. No hacía falta ser médico para reconocer que esa mujer no podría volver a combatir, ni siquiera a caminar sin ayuda. Aisha fue conducida frente a Evan y delante de todas le solicitó que la matase, no iba a poder volver a ser útil, se convertiría en una carga. Se hincó de rodillas y esperó su muerte sin un estremecimiento.
Por el contrario, Evan hizo que se levantase y ordenó a otras dos mercenarias que la protegiesen hasta alcanzar un lugar seguro.
Aisha sobrevivió, pudo conservar su pierna derecha aunque no volvería a luchar de la misma forma. Tras la toma del Vaticano Evan la encargó del control de todas las armas. Solo debería darle cuentas a él. Todos los días, tras la reunión matinal, Aisha daba novedades a Evan de todo el armamento bajo su control, entradas y salidas: todo.
—Vengo a por tres dotaciones completas.
Aisha entrecerró los ojos sin decir nada. Remy intentó permanecer impasible sin añadir nada más pero esa zorra era exasperante, siguió plantada en el centro de la puerta sin decir nada.
—Evan ha ordenado que arme a Caronte, Shania y Luca, su hermano.
Aisha esbozó lo que pretendía ser una sonrisa, pero al instante la borró de su rostro.
—No tengo noticias de ello. Lo último que sé es que debían permanecer desarmados, a prueba.
—Bueno, no acostumbro a interrogar a Evan sobre la motivación de sus órdenes. No te preocupes, regresaré y le trasladaré tu negativa.
Remy dio media vuelta y comenzó a alejarse con paso rápido esperando que su farol diese resultado. Había llegado al final del pasillo y nada. Antes de girar y desaparecer Aisha la llamó.
—¡Eh! —Siempre tan amable y delicada —Ven.
Remy regresó. Aisha ya preparaba el armamento.
—Pistolas. Fusiles con silenciador y un cargador para cada una de las armas.
—Bien.
Aisha fue colocando todo dentro de una bolsa negra. La cerró y se la entregó a Remy.
—Perfecto.
La mulata se la colgó al hombro y se dirigió a la salida de la armería.
—¡Eh!
Remy se detuvo sin volverse.
—Mañana a la hora de siempre comunicaré a Evan el estado del armamento.
Remy trago saliva sin poder evitarlo. Agradeció permanecer de espaldas a Aisha.
—Es tu trabajo.
Sin decir una palabra más salió de regreso a las celdas. Miró el reloj. Eran cerca de las seis de la tarde. A la mañana siguiente su engaño quedaría al descubierto. Confió en que lo que tuviera que pasar se hubiera solventado antes.
En el interior de la celda Shania descansaba tumbada en la cama, Luca continuaba inconsciente y Caronte se mordía las uñas intentando reprimir las insoportables ansias de fumar que sentía.
Los pasos en el pasillo exterior alertaron a Shania. Se incorporó en la cama dejando ver el vendaje que Caronte la había practicado haciendo jirones una de las sábanas.
Cada una de las mujeres se situó a un lado de la puerta. Cuando esta se abrió, ambas se echaron sobre Remy.
—¡EH! ¿Qué coño hacéis?
Shania le arrebató la bolsa. La abrió y sacó una de las pistolas, tras alimentarla se asomó a la puerta; al otro lado todo estaba en calma. Cerró y colocó el seguro en la pistola para luego llevarla a la funda vacía que pendía de su cinturón.
—¿Qué está pasando?
La mulata había empuñado su pistola y encañonaba a Shania, esta hizo intención de desenfundar de nuevo. Caronte se interpuso entre las dos.
@@@
Lo primero que vi al abrir los ojos fue a la mercenaria rubia, desarmada, intentando poner paz entre Shania y la mulata.
—Basta Shania. Remy ha cumplido, ha traído las armas.
—No me fío de ella.
—Esto no funcionará si nosotras estamos divididas, debemos sumar apoyos, no pelearnos.
Al incorporarme los muelles de la cama crujieron. Tres pares de ojos confluyeron en los míos y las dos pistolas apuntaron a mi pecho.
—Me dijiste que se habían ido.
Shania bajó su arma y la enfundó de nuevo. La mulata decidió sustituir la pistola que empuñaba por la Taser.
—Le dije que se marchase, que huyese con la chica de la ciudad. Ese niño es terco, de quién lo habrá aprendido, debió ir con Amos, tal vez Clémentine lo convenció. Evan les apresó con ellos.
—Guarda el arma Remy, todo está bien —Caronte había tomado del brazo a la mulata para tranquilizarla.
—Sí Remy, guarda la puta pistola con la que me has disparado antes de que haga que te la tragues.
La mulata se medía conmigo.
—No podemos perder tiempo con esto. Tenemos que actuar rápido. Nuestra situación, quiero decir la vuestra —nos señaló a Shania y a mí— es ahora más difícil. Tu hermano se ha cabreado, le has atacado delante de todo el mundo. Os ha hecho encerrar. No sé el tiempo de que disponemos pero no será mucho.
—Mi hermano ya no constituiría un problema si no me hubieses atacado —Caronte me mantuvo la mirada y no retrocedió lo más mínimo.
—Mañana, a primera hora, en el control diario del armamento, Aisha pondrá al tanto de esto —señaló la mulata la bolsa con las armas— a Evan. Lo que tengáis planeado hacer, deberéis hacerlo antes.
—Debemos poner a salvo a los niños.
—Eso no es una opción. Alertaríamos a todos, Evan se enteraría.
—Traeremos solo a Jorge y Clémentine, al abuelo, a Thais, Iván, Giulia y Mia. Evan sabe que ellos te importan, si algo se tuerce podría usarlos en tu contra, él o sus leales.
Caronte hablaba muy segura de sí misma. Sabía que su intención había sido buena pero yo seguía cabreado.
—¿Y Sandra?
—Sí, a Sandra también habría que ponerla a salvo.
—Aún no me habéis dicho cómo pensáis neutralizar a Evan, cómo evitaréis que el resto de la tropa os destroce.
Remy miraba directamente a Shania. Esta se volvió hacia Caronte. Tampoco tenía claro cuáles eran los planes que maquinaba.
La rubia se llevó las manos al cuello y e hizo varias rotaciones antes de responder.
—Una vez que todos los críos estén a salvo, por la noche, cuando menos oposición podamos encontrar, asaltaremos las dependencias de Evan. Si podemos mantenerlo con vida lo haremos, si no… Una vez neutralizado Luca ocupará su lugar. Con discreción y manteniendo a Luca oculto al máximo iremos comprobando los apoyos con los que contamos. El tiempo jugará a nuestro favor, conforme vean que todo sigue funcionando, incluso mejor que antes, confío en que se sometan y se adapten.
—¿Y Kool? —Remy continuaba indecisa. Las tres estaban hablando como si yo continuara inconsciente.
—Kool odia a Evan. Abusaba de Yess. Ya estuvo a punto de enfrentarse a él. No será un problema —afirmó Caronte rotunda.
Tras esa última reflexión se abrió un espeso silencio. Todo el mundo estaba valorando sus opciones. Por fin la mulata se decidió.
—Iré a por los dos chicos. Kendra y Stark son leales a Kool, espero que no me den problemas.
—No puedes contarles nada.
—¿Me crees idiota? —Remy se encaró a Shania.
—Aún no te tengo calada del todo.
Las dos mujeres se retaron.
—Basta. No podemos enfrentarnos entre nosotros a cada momento. Trae a esos chicos sin que Kendra y Stark sospechen.
La mulata bufó y salió dando un portazo. Caronte y Shania dirigieron sus miradas hacia mí.
@@@
Francesca había usado trozos de su propia camiseta para contener la hemorragia de la mano de Amos. Se trataba de una herida limpia. La bala había entrado y había salido sin destrozar ningún tendón. Solo requería un vendaje compresivo y algún antibiótico para evitar que la herida pudiese infectarse.
También había conseguido improvisar una venda y sostener la muñeca torcida de Jorge. El pequeño no había abierto la boca desde que los capturasen frente al refugio. No había entendido el comportamiento de Luca. Nunca antes le había golpeado, ni siquiera cuando él le había apuntado a la cabeza tras la muerte de Carmen. Pero cuando le arrojaron del camión y vio al verdadero Luca enfrentándose a… al otro, había vuelto a sonreír.
El resto de niños permanecían juntos, en un rincón de la habitación, asustados pero sin atreverse siquiera a llorar.
Una de las dos mercenarias que les custodiaban entró en la habitación. Traía latas de comida y botellines de agua entre otras cosas. Se acercó a Francesca.
—¿Eres médico?
Ella asintió en silencio.
—Con esto podrás atenderlo. Vendas y antiséptico para limpiar la herida.
—También necesitaré antibiótico para evitar infecciones —contestó ahora más altiva.
La mercenaria que le acababa de entregar las medicinas sonrió. Tenía unos dientes completamente blancos, un rostro cuadrado de piel oscura, puede que fuese latina, la cabeza rapada al dos o al tres, su cabello debía ser castaño y sus ojos de un intenso marrón. Una cicatriz adornaba su pómulo derecho proporcionando más dureza al conjunto. En uno de los bolsillos de su camisola sobresalía la patilla de unas gafas plateadas.
—Créeme, las infecciones son el último problema de este tipo, de todos.
Amos la observaba con desprecio apoyado en la pared. Le habían arrebatado las muletas cuando le apresaron. Se sentía humillado. El odio lo consumía y su mirada lo revelaba a la perfección. Normalmente llevaba recogida y perfectamente doblada la pernera del pantalón de su pierna amputada, ahora se hallaba estirada y doblada sin sentido.
—Si mañana seguís vivos intentaré conseguirte unas muletas y algún antibiótico.
La mujer se incorporó y regresó junto a su compañera. En todo momento había permanecido una de ellas custodiándoles, solo cuando Stark, así habían oído que se dirigía a ella la otra, había ido a por víveres y comida había habido una sola. En cualquier caso ni por asomo se les habría pasado por la cabeza intentar algo. Amos estaba anulado, Francesca comenzaba a temblar cuando este lo sugería y Gio sudaba sin control. Tan solo ese chico, Jorge se había ofrecido a intentarlo. De todas formas Amos no tenía la cabeza allí, no dejaba de ver el rostro de Evan, con la cicatriz en su barbilla, la cicatriz que él le había regalado, junto al de Luca. Estaba claro que eran hermanos, lo que no entendía era el comportamiento de Luca. Cuando llegaron al refugio le dijeron que tenía una especie de amnesia pero ¿Puede alguien olvidar a su hermano?
—Luca vendrá a rescatarnos, no nos dejará aquí —las palabras del chico le devolvieron a la realidad del interior de la habitación.
Jorge se había acercado hasta Amos, Francesca le estaba cambiando el vendaje y procedía a limpiárselo con el antiséptico que le acababa de dar la mercenaria.
—¿Qué mascullas enano?
Jorge se volvió hacia la mercenaria negra. En todo momento se habían comunicado con ellos en inglés, pero ahora no había cogido nada de lo que le decía. Iba a encararse con ella cuando Gio le sujetó del brazo.
—Dice que te calles.
Se lo había traducido en italiano y lo había acompañado con el índice sobre los labios.
Jorge le apartó y se dirigió hacia las mujeres.
—Deberíais tratarnos mejor, así cuando Luca venga no le diré que os mate.
Kendra no había entendido lo que Jorge había expresado en español pero se levantó de la silla donde mordisqueaba una chocolatina y se colocó frente a él.
Jorge se mantuvo firme, la mandíbula apretada. Se sentía algo ridículo con el brazo sujeto en cabestrillo pero aun así se colocó en posición de combate como le había enseñado Shania dispuesto a enfrentarse con ella.
La mercenaria fue acercándose a él entre indiferente y divertida. El chico retrocedía puesto que la mujer no hacía intención de golpearlo, solo se acercaba sonriente. Tras media docena de pasos reculando se topó con la pared. En ese momento sí que se empezó a poner nervioso. La mercenaria borró la sonrisa de su rostro y lanzó las manos adelante. Jorge apenas vio el movimiento y, desde luego no fue capaz de evitarlo. Kendra lo cogió de la cara como podría haberle cogido su madre, Jorge podía oler el aroma del cacao de la chocolatina que continuaba sosteniendo. Sin previo aviso la mujer soltó un sonoro beso sobre su frente. Luego le dejó sorprendido y colorado contra la pared. Ambas mercenarias rompieron a reír.
—Es mejor que no las provoques, ahora te ha dado un beso pero la próxima vez podría hacerte daño —Clémentine le hablaba asustada en voz baja.
—No quiero que me den besos, no me ha gustado —Jorge se frotó la frente como si quisiera borrar el contacto de los labios de la mujer sobre su piel.
Las mercenarias rieron de nuevo.
—Déjalo estar, por favor.
Al otro lado de la puerta sonaron varios golpes cuando Jorge ya se dirigía, después de zafarse de Clémentine, hacia las mercenarias.
En la entrada se materializó la enorme mulata, la misma que había disparado la pistola eléctrica contra Luca. Se la veía perfectamente sobre las otras, les sacaba una cabeza.
—Vengo a por los chicos —se apartó un poco a un lado— él y ella —señaló a Jorge y a Clémentine.
Francesca se levantó rápido y se colocó delante de ellos.
—Y eso por qué —Kendra continuaba con la chocolatina.
—Órdenes de Kool.
Stark la observó con suspicacia.
—Mientes. Nos lo habría dicho —la latina sonreía cínica.
—Os lo estoy diciendo yo.
Las mercenarias se miraron la una a la otra.
—¿Para qué iba a querer yo a ese par de críos?
—¿Para darles otra descarga?
Remy se adelantó amenazante hacia Kendra.
—Basta —Stark se interpuso entre ambas— Evan ha ordenado que permanezcan encerrados con el resto.
—Y van a seguir encerrados. Kool ha ido a la celda de Luca. Ha estado hablando con él y ha accedido a que los dos chicos permanezcan allí, con él, custodiados por Caronte y por mí.
—¿Dónde está ahora Kool? ¿Por qué no ha venido él?
—Está enterrando al niño muerto. Supongo que vendrá cuando termine.
—Vale, pero yo iré contigo.
Stark no confiaba en Remy, temía que intentase hacer daño a los críos. Las órdenes de Kool habían sido muy claras, debían custodiar a los menores, a todos. Conocía a Kool, cuando se lo ordenó estaba preocupado; por otra parte, le había visto acceder a que Caronte y la mulata se llevasen a Luca y a la mujer pero era mejor asegurarse.
—Como quieras bombón.
Stark se dirigió a Jorge.
—En marcha enano.
—¿Dónde os los queréis llevar? ¿Qué les vais a hacer? No me fio de esa mujer.
Francesca se había expresado en inglés, como las mujeres, y se mantenía delante de los chicos protegiéndoles.
—Es mejor que te sientes ahí, con él —señaló a Amos que intentaba incorporarse con dificultad.
Francesca negó con la cabeza, asustada pero firme.
—Tranquila Francesca, estaremos bien. El sargento nos protegerá. La próxima vez que vengamos os liberaremos de ellas.
Jorge tomó a Clémentine de la mano y rodeó a Francesca.
—Vamos enano.
Stark sonrió de nuevo. El chico le caía bien.
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Estaba comprobando la munición de la pistola cuando escuchamos pasos procedentes del pasillo. Pasaron de largo la puerta de la habitación en la que se suponía que estábamos: se trataba de Remy entonces. Oculté la pistola en mi espalda y me senté en la cama.
Al instante sonaron dos golpes sobre la puerta. Caronte abrió con la mano en la empuñadura de la pistola. En cuanto se terminó de abrir aparecieron Jorge y Clémentine seguidos de Remy y de otra mujer. Los dos chicos corrieron hacia mí.
—Sabía que no estabas muerto, lo sabía, sabía que Shania lo dijo para protegernos ¿Verdad Shania?
Jorge se abrazó a mí y enseguida se colgó del cuello de Shania.
—Cuidado chico, tengo el pecho hecho pedazos.
—Ese hombre, Evan, tu hermano, le golpeó en la mano, disparó a Amos y mató… mató a Toni.
Clémentine me miraba directamente a los ojos, de los suyos escapó un torrente de lágrimas.
—Lo siento, lo siento de verdad. No quería que pasase nada de esto, por eso quería que permanecieseis lejos. Lo siento. Nadie volverá a haceros daño; te lo prometo.
—¿Qué, contenta? —Remy sonreía cínica delante de la otra mercenaria.
—Bien, de momento vale. Veremos cuando regrese Kool.
La mujer dio media vuelta para marcharse.
—Espera ¿Quién eres?
—Es Stark, los custodiaba y tenía ciertas dudas.
Aparté a los chicos y me dirigí hacia ella. Se volvió hacia mí. Conocía mi voz, era la misma de Evan. Torció el gesto y me observó. Su frente mostraba unas profundas arrugas por la expresión forzada.
—Procura cuidar de los demás niños y de Amos y los otros adultos.
—O qué.
Apenas pude contener el impulso de llevar la mano a la pistola.
—O te despedazaré y te daré de comer a los zombis, y no precisamente en ese orden.
La mercenaria se puso lívida. Había escuchado palabras similares en boca de mi hermano, seguro. La amenaza le pareció completamente real.
Sin decir nada dio media vuelta y salió de la habitación.
—Cada vez tengo más claro que la diplomacia no es lo tuyo, pero no puedes ir amenazando a todo el mundo, ya tenemos bastantes enemigos, necesitamos aliados —Caronte me observaba con esos ojos profundamente verdes.
La ignoré y me dirigí a Remy.
—Bien hecho, gracias. Ahora necesito que traigas a los demás, y a Sandra.
La mulata resopló. Se la notaba nerviosa. Por fin asintió y abandonó la habitación.
Una vez que escuché los pasos alejándose me dirigí hacia Shania.
—Cuando regrese con los demás nos largaremos de aquí.
Shania miró a Caronte.
—¿Y los demás? Amos y la mujer. Tu hermano los matará a todos.
—No son nuestro problema. No podemos escapar con todos, sería imposible, necesitaríamos un camión.
—Podríamos escapar por el muro también.
—Shania, es imposible, Evan nos encontraría, no podemos llevarnos a los otros, bastante complicado será escapar nosotros.
—No puedo creer lo que estáis diciendo.
Caronte se colocó entre los dos.
—Parece que no entendéis nada. Evan os ha estado manipulando todo este tiempo. Hizo que ella te buscase por medio mundo. No dejará que te vayas. Además están los otros, no solo esos críos, también los demás, todas esas personas que Evan tiene sometidas. No os estoy ayudando para que luego os larguéis, me lo debéis, se lo debéis a ellos. Tienes que ayudarme a neutralizar a tu hermano. Luego podrás hacer lo que te apetezca.
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Remy se detuvo delante de la puerta del despacho de Evan. Le pareció escuchar un ruido de pasos procedentes del pasillo que ella acababa de recorrer. Al volverse tuvo la impresión de que alguien retrocedía, como si se escondiese.
“Estás paranoica” se dijo en voz baja. Volvió a encarar la puerta. Habían estado a punto de convencerla pero lo que se proponían no tenía ningún futuro. La segunda premisa de que todas se entregarían a Luca como si nada solo porque era el hermano de Evan, porque eran iguales, le parecía absurda. La primera se le antojaba imposible. Luca nunca vencería a Evan, lo había intentado antes, por sorpresa, y ni siquiera le había tocado. Por último estaba la implantación del poder que Evan ostentaba dentro de la Organización, lo habían subestimado.
Tocó un par de veces en la puerta y esperó. Tras unos minutos en los que, a punto estuvo de darse media vuelta, apareció Evan con el torso desnudo, solo vestía el pantalón, las botas y, por supuesto, la pistola en su funda.
—¿Ocurre algo Remy?
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Iván entró en la habitación en la que descansaba Mariano. El abuelo dormía después del último chute de insulina.
—¿Dónde estabas? —Thais se puso en pie con Mia en brazos y se acercó a él.
—Fuera.
—¿Fuera, fuera dónde?
—Fuera, en la calle, necesitaba tomar el aire.
—¿Y por qué no me has dicho que salías?
—¿Y por qué tendría que decírtelo? No tengo por qué decirte todo lo que hago.
Iván había levantado mucho la voz, más de lo que le hubiera gustado. Mia pareció asustarse y el abuelo abrió los ojos.
—¿Estás bien Iván?
—Sí, estoy bien, estoy muy bien.
El chico pasó al lado de Thais y volvió a salir de la habitación.
Thais miró al abuelo a ver si él comprendía algo pero Mariano volvió a cerrar los ojos, seguramente no se habría dado cuenta de nada.
Solo habían pasado unos cinco minutos cuando Iván regresó a la habitación. Se acercó hasta Thais con la cabeza agachada.
—Perdona, no quise gritarte, es que… me he… me he asustado. Joder, por poco me meo en los pantalones.
—¿Qué ha pasado Iván?
El chico cabeceó nervioso, parecía a punto de ponerse a llorar.
—Es que, he ido… no quiero que te enfades, por favor, no te enfades.
—Iván ¿Qué has hecho? Me estás asustando a mí ahora ¿Qué has hecho? —Thais le había cogido por los hombros y le agitaba.
—Fui a ver… fui a ver a Evan…
—¿A Evan, al hermano de Luca? ¿Por qué? ¿Qué has hecho?
—Yo solo… yo solo quería… quería pedirle que nos dejase marcharnos del Vaticano, a ti y a mí, solo a nosotros dos.
—Pero qué dices. Yo no quiero que nos marchemos solos ¿Estás loco? No nos vamos a ir a ningún sitio sin los demás, a ningún sitio sin Luca.
—A Luca le damos igual, solo somos una molestia, ya le escuchaste. Nos habría matado sin pensarlo.
—Iván, entiende esto: ¡NO ME VOY A IR A NINGUNA PARTE CONTIGO!
Iván se sentó en la cama de Mariano y rompió a llorar. Cuando se hubo calmado un poco Thais siguió.
—Ahora mismo le vas a decir a Evan que no iremos a ninguna parte sin los demás.
—No llegué a hablar con él. Yo… yo vi entrar en su despacho a…
—¿Cómo sabías donde estaba su despacho?
—Pregunté, pero eso da igual. No entré. Vi a esa mujer a punto de entrar.
—¿A qué mujer?
—La que… la que mató a Adam, la que golpeó al abuelo. Joder, me puse a temblar y no pude seguir, regresé aquí enseguida.
El chico volvió a llorar escondiendo la cara entre sus manos.
—Vale, vale, tranquilo, no pasa nada, no pasa nada. Aquí estamos a salvo, esa mujer no vendrá aquí. Luca nos protege.
Iván levantó la cara y se limpió las lágrimas sin apartar la mirada de Thais.
—¿Qué, qué pasa? ¿Por qué tienes esa expresión?
—A Luca… a Luca lo tienen encerrado, encerrado con Shania.
—¿Qué… por qué?
—No lo sé, volví aquí corriendo. Tenemos que salir de aquí, tenemos que marcharnos.
Thais había comenzado a temblar. Mariano continuaba durmiendo, no se había enterado de nada. Las dos niñas la observaban con lágrimas en los ojos, no habían entendido nada de lo que decían pero deducían que no era bueno.
La puerta de la habitación se abrió de golpe dejando paso a la mulata. Iván y Thais cogieron a las niñas y se agruparon en torno a la cama en la que seguía durmiendo Mariano. Tras Remy entró Evan sujetando por los hombros a Sandra, siguiéndole, otra mercenaria, Alma, aunque a ella no la conocían.
—Levantad al viejo, nos vamos.
Ninguno de los dos jóvenes reaccionó, se hallaban paralizados.
—Alma —señaló con la cabeza la cama.
La mercenaria despertó a Mariano con dos bofetadas y le obligó a incorporarse tirándole de la pechera. El anciano estuvo a punto de caer al suelo, no le sostenían las piernas.
—¡Tú! —Señaló Evan a Iván— llévalo.
Salieron todos a empujones. Las niñas no dejaban de llorar. Una vez que salieron del Palacio de la Gobernación, se les unieron una docena más de mercenarias. Excepto dos de ellas, además de la mulata, el resto empuñaba ya fusiles con silenciador listos para abrir fuego.
Rodearon el Palacio y se dirigieron hacia las habitaciones que hacían las veces de calabozo.
—Entrad en la habitación y traedlos aquí —Evan empujó a Sandra hacia Alma.
La mulata y otras cuatro mercenarias más se pusieron en movimiento. Alma partió tras ellas sujetando a Sandra de la cabeza con una mano mientras con la otra apretaba un machete contra su garganta.
@@@
—Está tardando demasiado.
No podía estarme quieto, daba vueltas de un lado a otro de la habitación.
—Deberíamos ir a buscar a los niños.
Shania hizo un gesto con la mano. Del exterior se escuchaban ruidos de pasos. El sonido aumentaba, los pasos se acercaban. Correspondían a varias personas. Tanto Shania como yo desenfundamos la pistola y apuntamos a la puerta. Le hice una seña a Jorge y Clémentine para que se pegasen a la pared del fondo.
Como las veces anteriores sonaron un par de golpes. Caronte abrió lentamente. En el marco de la puerta apareció Remy. Su mirada era extraña, parecía ebria, como si se hubiese tomado una botella entera de ginebra.
—Guardad las armas.
Shania y yo nos miramos sin entender. Caronte desenfundó también su pistola. Las tres armas apuntaban ahora al pecho de la mulata.
El nerviosismo de Remy se hizo patente. Tragó saliva varias veces antes de conseguir hablar.
—Se ha acabado. Tirad las armas.
—¿Qué se ha acabado Remy? ¿Quién hay ahí fuera?
La mulata no se movía de la puerta. Al otro lado de la pared esperaba alguien y por los crecientes movimientos se estaba impacientando.
Remy avanzó un paso al interior de la habitación y se apartó de la entrada. Al momento apareció la pequeña silueta de Sandra. Una mercenaria no mucho más alta que ella mantenía un machete apoyado en su cuello.
—Soltad las armas y a la chica no le pasará nada.
—Si le haces daño te mataré.
—Soltad las armas. Ahora. Fuera están las otras niñas y el viejo. Si no salís desarmados comenzarán a ejecutarlos.
Miré a Shania. Su expresión había cambiado. Había asistido a esa metamorfosis muchas veces, pasaba en segundos de la indolencia a la determinación más absoluta. Solo un balazo la detendría. Caronte, por el contrario, apenas expresaba lo que sentía. Lo mismo podría dejar su arma en el suelo que alojarle un tiro a la mujer en la cabeza.
La mirada de Sandra estaba fija en algún punto del suelo de la habitación. Parecía ausente, como si lo que estaba pasando en el interior de esa habitación no tuviese nada que ver con ella. Su padre había muerto, yo le había matado y ahora, por mi culpa, su vida volvía a pender de un hilo.
—Nadie va a soltar las armas.
Di un par de rápidos pasos hacia adelante y coloqué el cañón de la pistola en la frente de la mulata. El color de la piel le cambió. La giré y la agarré del pelo obligándola a echar la cabeza atrás, incluso en esa posición era más alta que yo.
—Suelta a la niña o la mataré y luego te mataré a ti.
Obligué a Remy a que avanzase hacia la mercenaria que retenía a Sandra.
El último movimiento la desconcertó. Retrocedió un par de pasos y desapareció de nuestra vista. Salimos al pasillo. Cuatro mercenarias más nos apuntaban. Dos de ellas portaban Taser, las otras dos, fusiles con silenciador.
Continuamos avanzando a la vez que ellas retrocedían. La mirada de la niña continuaba perdida, indiferente. Al contrario que en otras ocasiones, esta vez no había oído ningún “clic”. Quería salvar la vida de la niña sin ningún tipo de duda, aunque eso significase que nosotros tuviésemos que perder la nuestra.
Las mercenarias salieron al exterior. Nosotros las seguimos.
—Deja de joder y suelta el arma Luca.
Allí estaba mi hermano. Levantaba, con una sola mano, del cuello a la pequeña Mia. La niña pataleaba y braceaba intentando soltarse, su rostro estaba congestionado. No podía respirar, debía de llevar así ya tiempo, tal vez desde que entró Remy. Con la otra mano sostenía una pistola que apoyaba en el costado de la cría.
—Mataré a la mulata, te mataré a ti antes de que puedas disparar. Shania acabará con varias de vosotras. Caronte con el resto.
—Se te acaba el tiempo y a la niña también.
Mía había dejado de luchar, apenas se movía ya.
—Suelta a la cría, suelta a Mía y tiraré mi arma.
Por toda respuesta, Evan levantó más a la niña y colocó el cañón de la pistola en su nuca.
—Vale, vale, suéltala, por favor, joder, suéltala, se va a ahogar.
Shania había tirado al suelo su pistola. Dos mercenarias corrieron a inmovilizarla.
Mi hermano se había limitado a colocar su cara detrás de la cabeza de la cría.
—Vale.
Lancé a la mulata hacia adelante y levanté la pistola. Presioné el botón de retención del cargador. Cayó al suelo delante de mis pies. Extraje el cartucho de la recámara y arrojé la pistola a las manos de Remy.
Caronte bajó también su arma. Dos mercenarias cayeron sobre ella y la desarmaron.
—Suelta a la niña, a las dos.
Evan continuaba en la misma posición. Mia se ahogaba.
—Suéltala cabrón, ya me he entregado, ya tienes lo que querías, suéltala. Si la matas te mataré, te lo juro.
Dos mercenarias se aproximaron con la intención de reducirme. Las dos portaban Taser. Algo cambió en mi cerebro, en mi forma de percibir el entorno. Desde que desperté en el CNI no había experimentado nada igual pero recordaba haber pasado anteriormente por ese proceso, formaba parte de mi adiestramiento. Estudié en segundos los enemigos, sus capacidades, la peligrosidad de cada uno; enumeré las posibilidades, estudié las alternativas, imaginé todos los escenarios posibles. Observé la mirada de mi hermano, sabía lo que estaba haciendo. Negó con la cabeza. Todos los escenarios terminaban mal, esta vez el éxito era algo imposible. Supe que mi hermano había adivinado lo que sentía y en ese momento, al variar su expresión, supe que sabía lo que se avecinaba.
Lancé el puño contra la primera de las mujeres. El impacto contra su rostro fue bestial. Su nariz reventó, su cabeza salió despedida hacia atrás. Cuando su cráneo llegó a tocar el suelo estaba ya inconsciente.
La segunda mujer llevó la mano a su arma. Conocía las órdenes de mi hermano; no debían matarme, pero había comprendido que yo no tenía intención de rendirme y que no tendría inconveniente en acabar con quien se pusiese entre él y yo.
Continuaba en ese estado, programado para terminar la lucha de una forma u otra. Mis manos volaron hacia la suya. La alcancé antes de que lograse desenfundar. La mercenaria apretó el disparador. La pistola escupió una bala que se incrustó a un palmo de mi pie. Sujetando su muñeca tiré del codo con todas mis fuerzas. El crujido de los huesos del brazo al partirse resultó escalofriante. La mercenaria gritó. Sus ojos se abrieron todo lo que permitían sus párpados. Lancé el puño contra su tráquea. El aire dejó de llegar a sus pulmones. El rostro se congestionó. Dejó de resistirse con su mano sana para llevarla a su garganta con la intención de abrir unas vías que el golpe había sellado. Tiré del codo roto. Su brazo se desplazó en una postura imposible. Los dedos de su mano continuaban apretando la empuñadura del arma. La pistola fue saliendo. Sin tiempo que perder, envolví su mano con la mía y apreté mi dedo índice sobre el suyo al tiempo que iba encarando la pistola hacia el pecho de mi hermano.
Mis movimientos habían cogido a todos por sorpresa; a todos menos a Evan, él era mi alma gemela, mi hermano gemelo: él era yo.
En el momento en que leyó mis intenciones, antes incluso de que yo golpease a la primera mujer ya se había desplazado. Se movía con extrema rapidez. La cría continuaba ahogándose entre sus dedos. Alcanzó a la mercenaria más próxima a él que portaba una Taser. La mujer no había visto venir nada de lo que estaba sucediendo. La empujó con el hombro y tiró a la vez de la pistola eléctrica. No le hizo falta encarar el arma para apuntar, en cuanto estuvo fuera de su funda la orientó hacia mí y disparó.
Uno de los electrodos impactó en mi pecho, el otro en mi pierna. La descarga eléctrica se distribuyó por todo mi cuerpo, desde el punto más cercano al lugar del impacto hasta el más lejano. La corriente también afectó a la mujer, seguía apretando su mano, la electricidad también invadió su cuerpo. Intentaba resistirme a pesar de que podía sentir cómo mi cerebro iba perdiendo el control de mis miembros. Estaba cerca. El rostro de mi hermano se encontraba dentro de mi visual. Grité con todas mis fuerzas y acompañé el gesto con un movimiento total del cuerpo y…
…disparé.
@@@
La bala que había disparado Luca atravesó el uniforme de Evan, su torso se ladeó. Una mancha de sangre asomó a su costado izquierdo.
El tiempo parecía haberse detenido, pero no era así, simplemente los movimientos de los dos hermanos habían sido demasiado rápidos para los demás.
Thais aprovechó el desconcierto para zafarse del control de las sorprendidas mujeres y lanzarse sobre Evan. Se agarró a su brazo intentando que soltase a Mia. Evan soltó a la niña y dejó que Thais la cogiese. La boca de la cría se abrió en extremo y el aire volvió a fluir hasta sus pulmones. Sin apenas tiempo para que Thais saborease su éxito, sintió como una garra se cerraba ahora sobre su garganta. El movimiento no tenía como finalidad ahogarla, perseguía partir sus cervicales lentamente.
Iván hacía rato que había entrado en pánico. Solo deseaba sentarse en el suelo y meter la cabeza entre sus piernas mientras se cubría con los brazos. Cuando vio moverse a Thais supo que aquello no iba a terminar bien. Sin pensar en nada que no fuese la chica que llevaba en su vientre a su hijo se lanzó contra la mujer que se interponía en su camino. La mercenaria todavía en shock por los acontecimientos anteriores no pudo mantener la posición.
Iván era consciente de que no era lo suficientemente fuerte como para obligar a Evan a que soltase a Thais, pero no le hacía falta. Imprimió a su puño toda la fuerza que pudo y lo estrelló contra el costado del hermano de Luca, en el punto exacto en el que acababa de resultar herido.
El movimiento surtió efecto. La garra de Evan se abrió y Thais y la cría cayeron al suelo, a sus pies. A Iván solo le dio tiempo a esbozar una estúpida sonrisa de victoria. El codo de Evan le alcanzó en el rostro. Su cuerpo se levantó varios centímetros del suelo y fue a estrellarse contra un muro. El crujido que sonó no presagiaba nada bueno.
Con Mia intentando hacer regresar el oxígeno a su organismo, con Thais sin poder mover su cuello lesionado, con Iván sufriendo espasmos en el suelo, con Mariano arrodillándose sobre él y, con Luca inconsciente abrazado a la mercenaria, el enfrentamiento había terminado… para casi todos.
Las lágrimas le impedían a Jorge una correcta visión, aun así se precipitó sobre una de las mercenarias que encañonaban a Shania. Lanzó una patada contra la rodilla de la mujer:
“…primero ponlas a tu altura…”
La mano del chico había volado hacia la funda del machete. Había logrado sacarlo y ya cogía impulso para dirigirlo al corazón de la mujer.
Remy paró el golpe dirigido a su compañera sus dedos se cerraron en torno a la muñeca de Jorge. El movimiento de su brazo se vio detenido por completo. Con un leve giro hizo que el chico soltase el cuchillo. Jorge llevó su mano libre hacia los ojos de Remy. La mulata cogió también su otra mano, la lesionada, y lo inmovilizó sin más dificultad. Luego, ante la resistencia del chico acercó la boca a su oído.
—No es necesario que mueras hoy.
La mercenaria a la que había golpeado Jorge se enderezó maldiciendo y se dirigió hacia él.
—Puto niño te voy a acribillar.
Empuñó su pistola con las dos manos y la aceró al pecho de Jorge. La mulata giró el cuerpo del chico y lo colocó tras el suyo.
—Nadie va a disparar.
La mercenaria maldijo y levantó la pistola al cielo para efectuar tres disparos al aire intentando combatir su frustración.
Alma se acercó a Evan con Sandra todavía retenida.
—Estás sangrando.
Evan la miró como si no la conociese.
—Traedlos aquí; A TODOS.
Las mercenarias arrastraron a Shania y a Caronte junto al cuerpo de Luca. A excepción de Iván todos quedaron rodeados por las mercenarias. Obligaron a arrodillarse a Shania primero y luego a Caronte. Las dos mujeres se miraron. La situación les recordó un momento ya muy lejano en una Hacienda mejicana.
—Esta vez no hay equipo de rescate.
—Eso parece —Shania lanzó un escupitajo sanguinolento a los pies de Evan.
Kool apareció en ese momento junto a Kendra, Stark y Tamiko.
—¿Qué ha pasado? —Se abrió paso hasta colocarse frente a Evan.
—¿De dónde vienes?
—¿Por qué estás sangrando? ¿Qué le pasa a Luca?
Evan frunció el ceño y estudió a Kool sin contestar.
—Estaba… estaba enterrando a…
—Estabas enterrando al puto niño junto a la inútil de Yess.
Evan había inclinado la cabeza hacia adelante y había retrasado la cadera en la que descansaba la funda con su arma. La mano ensangrentada también se había apoyado en la empuñadura.
Todas las mercenarias que se encontraban alrededor enmudecieron. El aire se espesó hasta hacerse complicado respirar.
Las mandíbulas de Kool estaban a punto de estallar. Su mano también se encaminó hacia su arma.
—Nos extrañó que Remy requiriese a los chicos. No nos pareció normal. Nos dijo que era orden de Kool. Después de marcharse Remy salimos en busca de Kool.
Stark se había acercado a Kool pero sin llegar a interponerse entre él y Evan. Los dos hombres continuaban midiéndose.
—Vuelve a desaparecer cuando te necesito y será la última vez que lo hagas.
Kool permanecía en la misma posición, para él nada había cambiado, era como si las palabras que había pronunciado Evan nunca hubiesen llegado hasta sus oídos, hasta su cerebro.
—Tu herida sangra mucho. Deberías ir a que te vea Armand.
Alma se había acercado a Evan manteniendo a Sandra todavía sujeta.
—¿Qué hacemos con todos estos críos?
Stark posó su mano sobre el hombro de Kool. El contacto pareció devolver al mercenario a la realidad. Sus facciones se relajaron, su brazo abandonó la tensión, su pecho expulsó el aire que había estado conteniendo.
Evan separó la mano de la pistola y se agachó sobre Luca. Con habilidad, ignorando el dolor que le estaba suponiendo, lo izó y se lo echó al hombro.
—¿Qué hacemos con…
Stark se calló al ver la expresión de Evan.
—Llevad a todos los rebeldes a la Capilla Sixtina.
—Pero allí está…
Evan volvió a taladrar a Kool con la mirada.
—Allí está…
—Acaba las frases joder. Allí está el puto Papa de Roma. Ya lo sé. Lo encerré yo. Espósalos a todos a la mampara interior pero deja al Papa al otro lado. Les daremos tiempo para que mediten, quién sabe, quizás alguno incluso quiera confesarse.
Evan se mantenía en pie, cargado con Luca, la sangre empapaba ya su ropa.
—Este está muerto —Tamiko estaba arrodillada junto al cuerpo de Iván.
Thais lanzó un profundo grito de dolor y se desvaneció volviendo a golpearse la cabeza en la caída.
—Encárgate de tirar los dos cadáveres por el muro.
Tamiko se incorporó y se volvió hacia Evan.
—Solo el chico está muerto. Solo hay un cadáver.
Evan desenfundó su arma. Tamiko se arrepintió de haber intervenido. Sin apenas apuntar disparó dos veces al cuerpo de la mercenaria que había sido reducida por la Taser junto a Luca.
—Ahí tienes tu otro cadáver. Estoy cansado de tanta incompetencia.
Sin más explicaciones Evan se dirigió hacia la enfermería con Luca al hombro.
Alma, junto a Remy y el resto de mercenarias condujeron a los detenidos hacia la Capilla Sixtina como había ordenado Evan.
Solo Kool, Stark, Kendra y Tamiko permanecieron donde estaban hasta que todo el mundo desapareció. El resto de mercenarias fue desapareciendo entre comentarios acerca del “ajusticiamiento” de su compañera a manos de Evan.
—Vosotras regresad con los demás detenidos.
Las dos mujeres asintieron y partieron.
—Stark —llamó Kool.
La mujer se volvió.
—Estad preparadas, esto no acabará bien.
La mujer se volvió sin decir nada.
Kool ya iba a salir tras Evan cuando advirtió que Tamiko estaba arrodillada junto al chico.
—Ya has oído a Evan lanza los cuerpos al otro lado del muro.
La japonesa se incorporó.
—Claro.
Kool echó a correr tras Evan. Subió las escaleras de tres en tres, llegó al despacho de Armand solo unos segundos después que él, justo a tiempo de ver como el médico se caía de la silla en la que estaba recostado al descubrir a Evan en la puerta e intentar levantarse.
—Te he dicho que no quiero drogas.
—No, no, yo no, qué… qué le ha pasado a Luca.
Armand se repuso y se acercó a Evan.
—Le he disparado.
Armand se detuvo en seco. Se olvidó de Luca y dirigió la mirada a los ojos de Evan. Enseguida descubrió la herida de su costado.
—¿Qué te ha pasado? Estás sangrando —Armand dio un paso hacia él.
—Luca me ha disparado.
Armand volvió a detenerse.
—Qué…
Evan le hizo una seña a Armand para que le siguiese hasta una de las habitaciones. Dejó caer a Luca en una camilla y se encaró a Armand.
—¿Por qué mi hermano me ha disparado? ¿Por qué mi hermano ha intentado matarme?
—Qué…
Fue lo único que acertó a decir Armand.
—¿Eres sordo además de incompetente?
Evan acompañó sus palabras de un movimiento de su mano hacia la empuñadura de su pistola.
—No, no lo sé, no sé qué ha pasado, se sentiría…
—¡CALLA!
Armand retrocedió un paso de un salto.
—Se suponía que era algo reversible, que terminaría recordando, ya tendría que haber recordado.
Armand estaba blanco, no acertaba a moverse y menos a articular palabra alguna.
—Por el contrario, mi hermano no solo no me recuerda sino que se rebela contra mí e intenta asesinarme.
—Evan.
Kool estaba viendo que la situación se ponía cada vez más difícil para Armand.
—¿Qué coño haces tú aquí?
Evan se encaró a Kool con la mano todavía apoyada en la pistola.
—Estás herido, deberías dejar que Armand curase esa herida.
—Esta herida me la ha hecho mi hermano, mi jodido hermano ha intentado matarme ¿Por qué Armand? ¿Por qué ha intentado matarme mi hermano? —Se volvió también hacia Kool sin soltar la empuñadura de su arma.
—Evan, ya os lo advertí. Se trataba de un tratamiento experimental. Nunca antes se había realizado. Borramos la memoria de tu hermano químicamente. Usamos de forma masiva drogas utilizadas para que personas aquejadas de estrés postraumático lleguen a superarlo. Es algo qué…
—Quiero que lo repitas.
Armand tomo aire.
—Que usamos la misma…
—No, tu puta explicación no. Quiero que vuelvas a borrar la memoria de mi hermano.
Armand resopló. De repente las piernas se le doblaban, se veía incapaz de mantenerse en pie, tuvo que acercarse a la camilla en la que descansaba Luca y se sentó.
—No, no podemos hacer eso, no podemos. Ya lo intentamos y no funcionó. El cerebro de Luca estaba perfectamente y aun así no funcionó. No podemos volver a hacerlo. Él no reaccionó, actuó por su cuenta. Luego resultó herido en una explosión. Tuvo una conmoción y estuvo en coma durante meses. A saber cómo está su cerebro. Es una locura, no, lo desaconsejo, no…
—Sigues teniendo esa droga.
—Qué, yo…
Evan se aceró hasta Armand, lo levantó del pecho y acercó el rostro al suyo. El médico desvió los ojos para mirar a Kool.
—Sí, claro, tengo más pero…
—Inyéctaselo.
—Pero, ya lo hicimos, no funcionó ¿Por qué iba esta vez a ser distinto?
—Porque en esta ocasión yo estaré en todo momento a su lado desde el instante en que despierte. Seré yo el que le explique lo ocurrido y…
Armand intentó adivinar cuál era la otra razón por la que el tratamiento funcionaría en esa ocasión. Kool, por el contrario, ya la conocía.
—… si en esta ocasión no funciona te mataré con mis propias manos.
Evan soltó a Armand y este cayó sobre la camilla.
—Ponte a ello ya. No quiero que Luca hable con nadie cuando despierte hasta que lo haya hecho conmigo ¿Entendido?
Armand asintió sin ser capaz de levantarse de la camilla.
Sin más explicaciones Evan abandonó la habitación. En el lugar que había estado parado se podían ver múltiples gotas de sangre.
Kool salió en pos de Evan, le siguió hasta el laboratorio en el que Sami continuaba trabajando en el antídoto.
En cuanto el árabe lo descubrió en la puerta se puso tenso.
—¿Ya tienes la vacuna?
Sami dirigió una mirada a Kool, acababa de entrar siguiendo a Evan.
—Estoy en ello, es complicado, es una fase experimental, habría que ir probándolo pero…
—Mañana te daré dos sujetos para que lo pruebes.
—¿Qué sujetos?
Evan se volvió hacia Kool molesto con su interrupción.
—El Guardia y su puta.
Sami no sabía a quién se refería.
—Esa mujer es médico, no es buena idea…
—Estoy cansado de que me repitas una vez y otra que no es una buena idea…
—¿Ese era el médico de refuerzo que me ibas a traer?
—Se acabaron los refuerzos, estás solo en esto.
—Estás sangrando ¿Qué ha pasado? Siéntate y deja que te vea esa herida.
—Mañana, al alba, vendré a por las vacunas. Procura tenerlas listas.
—La niña ¿Dónde está la niña? Sandra ¿Dónde está? —Sami se había estirado y había elevado la barbilla para intentar investirse de un valor que no tenía— quiero, quiero que la niña esté bien, quiero que esté aquí, a mi lado. Si no está aquí conmigo… no continuaré con esto.
Sami cruzó los brazos sobre su pecho con determinación, aunque al faltarle parte de uno de ellos el resultado no fue el esperado.
Evan se acercó a Sami. El árabe intentó parecer firme. Cogió su cara entre las manos ensangrentadas y las restregó manchando el rostro del científico.
—No estás en disposición de negociar. ¡CHSSSST! —Colocó el índice sobre sus labios— mañana vendré a por esa vacuna. Si no está lista os arrojaré a ti y a la maldita niña a los zombis ¿Me has entendido?
—Por favor, tendré la vacuna… pero… la niña…
—Si cumples con lo que te ordeno, en cuanto tenga la vacuna tendrás a la cría.
Sami asintió.
Evan soltó la cara del árabe, limpió la sangre que quedaba en sus manos sobre la bata blanca del científico y se volvió dando por finalizada la conversación. Con paso rápido abandonó el laboratorio.
Kool esperó a que se alejase y se dirigió a Sami.
—¿Funcionarán las vacunas?
—¿En serio? ¿Tú también? No lo sé, lo intento, pero es, es complicado, todo, todo me cuesta el doble de trabajo —se golpeó el muñón con la otra mano, en ese momento fue consciente de la sangre que manchaba su bata— maldita sea.
Cogió una toalla y se frotó la cara con fuerza.
Kool se llevó la mano al rostro.
—¿Dónde está la niña?
Kool levantó la mirada hacia Sami.
—La niña, Sandra, una mujer vino a por ella. Se la llevó sin darme ninguna explicación.
Kool suspiró antes de responder.
—Evan ha ordenado que la encadenen en la Capilla Sixtina.
—¿Qué… por qué?
Kool movió negativamente la cabeza.
—Caronte se enfurecerá cuando se entere. Prometió cuidar de esa cría, hará que la maten.
—Caronte estará esposada junto a ella.
—Qué… hay que avisar a Luca, él me dijo que le avisase si alguien intentaba hacer daño a esa niña…
La expresión de Kool hizo que Sami parase de hablar.
—Luca está en otra de las habitaciones, inconsciente, Evan le ha disparado con la Taser. Ha ordenado a Armand que vuelva a borrarle la memoria.
—Diosss.
Esa palabra sonó sumamente extraña en boca del árabe.
—Dios hace mucho tiempo que ha escapado de estos muros.