Kool volvió a mirar el reloj de su muñeca. Pasaban de las dos de la tarde. Había estado buscando a Yess por todas partes pero no daba con ella, quería aprovechar que Evan se hallaba en la Estación de Radio para comentar los últimos acontecimientos. Suerte que no había ido con él y Alma a interrogar al recién llegado.
Lo que le había contado ese tipo era doblemente asombroso. Por una parte afirmaba ser inmune al virus zombi, al principio Kool había estado a punto de mandarlo azotar pero luego ese hombre se había descubierto el torso y le había mostrado una cicatriz en su espalda, claramente se trataba de un mordisco, luego le había mostrado otra marca en su pierna. Afirmaba haber sido mordido por zombis, las dos veces. Él no era especialista en mordeduras, pero era evidente que eran humanas, y los únicos “humanos” que iban mordiendo a la gente eran los zombis. Naturalmente podría tratarse de un loco que solo quisiera mejorar su estatus dentro del Vaticano pero algo le decía que no era así.
Luego estaba la segunda parte, según las palabras del tal Ambros había viajado desde Gibraltar con un grupo de personas que decían dirigirse a Roma, al Vaticano. La descripción que había hecho de ellos había dejado helado a Kool, sin duda se trataba de Luca. Según él había tenido que escapar puesto que ese hombre, el que coincidía con la descripción de Luca, estaba loco y quería matarlo. Por ellos había sabido de una Organización que se ocultaba en el Vaticano y había decidido escapar y dirigirse en solitario hasta allí.
Después de hacerle repetir el relato en tres ocasiones, en las que no difirió en una sola coma, se había convencido de que ese hombre decía la verdad, al menos en la parte referente a Luca. La descripción de sus habilidades no podía haberla imaginado, su puntería, su liderazgo, capacidad de lucha, resistencia y, en las propias palabras de Ambros: su crueldad. Le había relatado, para ilustrar esto último, cómo Luca había desangrado hasta morir a un hombre para trasfundir su sangre a uno de los jóvenes que viajaban con él.
Según sus palabras el grupo estaba compuesto de varias personas, una niña pequeña, un chico y una chica de unos doce años o así, una pareja de adolescentes, un anciano, un marino inglés y una mujer. Según sus palabras esa mujer era tan peligrosa como él mismo. Kool había supuesto que se trataría de una de las mujeres de la Organización que había sido encargada de encontrar a Luca y recuperarlo. Esa parte del relato no parecía tan real, no era propio de Luca acoger tantos niños y mucho menos a ancianos, pero había que tener en cuenta que el nuevo Luca no recordaba su pasado. Ese punto también había sido confirmado por Ambros; no recordaba nada de su pasado, tan solo le asaltaban en ocasiones una especie de sueños o visiones.
Tras convencerse de que no mentía, sobre todo en lo referente a Luca, había ordenado a Alma que lo mantuviese retenido en una de las habitaciones sin dejar que se relacionase con nadie.
Después de meditarlo profundamente decidió informar a Evan, puede que él supiese algo de Yess, tal vez le había encomendado alguna misión. Se subió a lomos de una de las dos Ducati Multistrada del Vaticano, los colores amarillos característicos del Estado Pontificio apenas destacaban bajo las manchas de sangre y restos de carne y sangre adheridos por el carenado.
En pocos minutos estaba en la Estación de Radio. Allí encontró a Evan repasando todas las anotaciones de las comunicaciones interceptadas desde que llegaron a la Ciudad del Vaticano.
—¿Has encontrado algo?
Evan apartó la mirada de la libreta.
—Nada —negó volviendo a concentrarse en las hojas.
Kool se dedicó a observar las metopas y el tapiz que adornaba las paredes de la habitación.
—¿Ocurre algo?
Kool no quería indagar de primeras acerca de Yess así que decidió comentarle antes el tema de Ambros.
—Es mejor que demos una vuelta.
Evan dejó el libro sobre la mesa y recogió el fusil que había depositado en el armero de la entrada antes de abandonar la habitación.
—¿Has averiguado algo sobre cómo se comunican?
Evan observó a Kool, le conocía demasiado bien para darse cuenta de que se estaba yendo por las ramas. Aun así decidió darle tiempo.
—No, no hay ninguna transmisión interceptada los días de las emboscadas, ni el resto de días tampoco. Lo que se ha interceptado provenía de mucho más lejos, en definitiva, no he podido encontrar nada.
—¿Sigues pensando que lo hacen solo con cortes?
—No estoy seguro, no hay otra cosa que cortes y estática pero no me imagino cómo pueden entenderse. De todas formas desde que nos emboscaron la última vez no ha habido nada de nada.
Kool continuó dubitativo.
—¿Has visto ya al tipo ese que se coló esta mañana?
Ahí Kool se encontraba más cómodo y enseguida se soltó a hablar relatándole todo lo que le había contado Ambros.
—¿Crees que dice la verdad, crees que es inmune? —Se interesó Evan.
—No podemos estar seguros, pero yo diría que sí, su relato no difirió en ningún momento, si miente lo hace muy bien. Además…
Kool se detuvo un instante y bajó la mirada. Evan le cogió del brazo.
—Además… —le dio pie para que continuase.
—Le amenacé con encerrarlo en una habitación con un zombi. Se estremeció pero lo único que pareció preocuparle era el dolor del mordisco, parecía muy seguro de ser inmune.
—Esto, de ser cierto, cambiaría radicalmente nuestra situación, es lo que estábamos esperando.
—Lo sé.
—Ya no precisaríamos de la niña ni de Luca.
Kool tuvo un estremecimiento al escuchar las últimas palabras de Evan.
—Y en lo referente a Luca ¿Le has creído?
—Sí, por completo, todas las cosas que ha relatado son propias de él. Además, la descripción física no deja lugar a dudas.
—¿Qué has hecho con el tal Ambros?
—Lo he aislado en una dependencia, he dejado a Alma encargada de su custodia —Kool intentó no parecer afectado, tanto por el último comentario sobre Luca como por la desaparición de Yess.
—Bien, que no se relacione con nadie. En cuanto vuelvas llévalo ante Armand y si Sami está ya mejor que se ponga manos a la obra, es prioritario conseguir una vacuna.
Evan se mostraba eufórico.
—¿Por qué crees que Luca querría matarlo?
—Eso es lo único que no me ha quedado claro. Debió pasar algo entre ellos dos pero se ha cuidado muy mucho de aclararlo.
—Y lo de esos niños que dice que le acompañan…
—Sí, a mí también me resulta extraño, pero piensa que padece amnesia, debe estar confundido.
—Bien, haz lo que te he dicho, de momento no interrogaré a ese tipo. Ahora repasaré las anotaciones una vez más y volveré a mi despacho. Luego nos vemos.
Evan se dio la vuelta con la intención de regresar a la Estación de Radio.
—Hay otra cosa.
Evan se volvió.
—¿Sabes dónde está Yess?
—Ni idea, supongo que habrá ido a sellar el perímetro.
—¿No la has mandado a ningún sitio?
—Ya te lo he dicho, estará sellando el perímetro. Olvida a Yess y concéntrate en ese tipo, quiero que los matasanos se pongan a trabajar en la vacuna ya.
Kool voló sobre la moto hasta detenerse frente al Gobernatorato, aparcó frente a las escalinatas y se dirigió hacia la planta donde habían establecido las instalaciones sanitarias. Se asomó a la habitación del científico. El ambiente estaba muy cargado. Los aparatos a los que estaba conectado emitían una continua vibración. Las instalaciones médicas estaban alimentadas por generadores las veinticuatro horas, siempre que fuera necesario, lo que no se activaba era la ventilación, de ahí el ambiente enrarecido. El científico dormía, la gasa que vendaba el muñón aparecía manchada de sangre. La cría le sostuvo la mirada, había permanecido todo el tiempo en la habitación, velando su sueño. Armand había salido. No tenía forma de implementar las órdenes de Evan, Armand no estaba y Sami aún estaba convaleciente. Salió al pasillo y extrajo el walkie de su cinturón.
—Puesto de guardia principal —había tenido una idea y quería verificarla, era consciente de que Evan podría escucharle pero le daba lo mismo, estaba demasiado preocupado.
—Puesto de guardia —respondió una voz demasiado ronca.
—Aquí Kool ¿Cómo va la operación de impermeabilizado del muro exterior? ¿Ha habido algún incidente?
—Lo de siempre, han reventado algunas cabezas, nada más. Hace ya rato que han dejado de regresar las patrullas.
—¿Ha vuelto ya todo el mundo?
—Acabo de entrar ahora de turno pero creo que sí.
—¿Ha salido Yess?
Al otro lado se mantuvo el silencio un rato, la mujer debía estar verificando las anotaciones.
—Sí, fue de las que salió a la parte de fuera.
—¿Ha regresado?
Un nuevo periodo de silencio que solo contribuía a incrementar el nerviosismo de Kool.
—No, salió, pero no ha vuelto aún, es cierto.
—¿Hay alguien más que no haya regresado?
De nuevo otros interminables segundos de silencio.
—Sí, Zoe, Zoe tampoco ha regresado. Está anotada junto a ella, seguramente salieron formando equipo. Intentaré comunicarme con ellas.
Kool no se molestó en dar por concluida la conversación, se colocó de nuevo el walkie en el cinturón y se encaminó a las escaleras.
—¿Va todo bien?
Se detuvo y se volvió al escuchar la pregunta. Se encontró a la mujer que hallaron con Sami y la cría, Caronte se llamaba, apoyada en el dintel de la puerta con un cigarrillo apagado en los labios y mirándole fijamente.
—Ya pareces encontrarte mejor.
—Un sueño reparador y una buena dosis de morfina hacen milagros.
Kool se encaminó de nuevo hacia las escaleras.
—¿Estás preocupado por ella verdad?
Kool se giró con expresión seria.
—¿De qué hablas?
—Has preguntado por ella, Yess ¿No?
—No hay problema, Yess es una de las mejores y Zoe le va a la zaga por poco.
Kool hizo intención de continuar.
—No será suficiente —Kool se detuvo, Caronte caminaba hacia él con el cigarrillo ahora entre los dedos— he visto a ese hombre luchar, disparar, actuar, ni diez como ella tendrían garantías de ganar.
Kool colocó la mano sobre la empuñadura de su pistola sin llegar a sacarla de la funda.
—¿De qué hombre hablas?
—Del tipo que nos salvó en el puente de la Isla Tiberina, que escapó del CNI, que acabó con el Buque Castilla, que destruyó la Base de Dajla, que nos ha seguido durante miles de kilómetros, del padre de la niña, de ese hombre hablo —volvió a colocarse el cigarro entre los labios.
—Creí haber entendido que no sabías quién os había ayudado en el puente.
Caronte chasqueó la lengua.
Kool rebuscó en uno de los bolsillos de su uniforme y le acercó un mechero encendido a Caronte.
—Gracias pero lo estoy dejando: demasiados malos recuerdos
Kool cerró el mechero y lo volvió a guardar.
—¿Por qué crees que habría ido en su busca?
—Me estuvo preguntando cosas sobre él, esta mañana, en el comedor.
—¿Qué cosas?
—Si sabía dónde estaba, si creía que viajaba solo, por qué era tan importante para Evan. Le conté la historia de la vacuna, parecía estar al corriente de esa parte. Creo que intentaba pensar como lo hace ese hombre. Quería saber cómo nos podía haber seguido.
Kool se sentía cada vez más intrigado, cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó en la pared.
—Y cómo os ha podido seguir.
—La niña.
—¿La niña?
—Le dejaba pistas. La vi hacerlo en el apartamento de Cosenza, aquí en el Hotel, seguramente también lo hizo en Dajla.
—¿Qué clase de pistas podría dejar una niña?
—Dibujos, pinta dibujos para su papá.
—¿Tú lo sabías y lo permitiste?
—Era el padre de la niña, además él también era un objetivo, matábamos dos pájaros de un tiro.
Kool se llevó las manos a la cabeza y se mesó el pelo hacia atrás.
—No es su padre.
—¡Ah! —Intentó parecer sorprendida.
—Pero eso creo que ya lo sabes.
Kool se volvió y comenzó a bajar las escaleras.
—Deja que vaya contigo.
Kool se detuvo una vez más y esperó a que Caronte llegase hasta él.
—Estás lisiada ¿De qué me servirías?
Caronte realizó varios movimientos con los hombros.
—La herida de metralla fue casi superficial y la luxación… la morfina es mano de santo.
Kool se mantuvo imperturbable.
—Además puedo guiarte hasta el Hotel y… ese tipo ha podido matarme en varias ocasiones y no lo ha hecho en ninguna de ellas, al contrario, me ha salvado.
—¿Por qué crees que no ha acabado contigo?
—Tengo alguna teoría aparte del hecho de que ayudaba a su “hija” pero es algo que, no te niego, colma mi curiosidad, estoy deseando preguntárselo.
—De acuerdo. Pero ahora no vamos a buscar a Luca, vamos a traer de vuelta a Yess… y a Zoe.
Bajaron la escalinata del Palacio de la Gobernación, Kool caminaba delante, rápido. Se dirigió hasta la moto. Desplegó los estribos traseros, se subió y arrancó el motor. Caronte se acomodó detrás.
Kool entró a la armería seguido de Caronte. Una vez allí ambos se colocaron sendos chalecos, se dotaron de machetes, pistolas y dos fusiles con silenciador. Cuatro cargadores cada uno para cada arma y dos walkies. Aisha, la encargada del control del armamento, no perdía detalle.
Caronte se ajustaba el equipo mientras dejaba ir sus pensamientos. El ritual que estaba realizando lo había vivido infinidad de veces. Preparación mental y logística. Incontables operaciones. Pero nunca antes se habían dado los dos factores que ahora se sumaban: zombis y un asesino implacable que la superaba ampliamente.
Había insistido en acompañar a Kool por dos razones, la inactividad le destrozaba los nervios y… la posibilidad de que Kool llevara en mente matar a ese tal Luca. Eso último era improbable ya que Evan seguía queriéndolo vivo pero el interés de Kool en Yess era evidente que iba más allá de lo profesional. También había constatado el grado de tensión existente entre Evan y Kool, demasiadas incógnitas. Luego estaba la niña, Sandra, al final no había sabido protegerla, si decidían experimentar con la pequeña ella sola no podría hacer nada por evitarlo. Por eso era vital que ese hombre continuase con vida, su determinación era absoluta, no pararía hasta salvarla, ahora se encontraba en un medio hostil y necesitaba aliados; Luca era el que le parecía más fiable.
—¿Qué anoto en el registro?
La pregunta de la encargada del armamento fue respondida tan solo por una dura mirada de Kool.
—Impermeabilización de perímetro —contestó cortante, no quería que la mujer pudiese poner al tanto a Evan antes de tiempo.
Kool arrancó la motocicleta y le hizo una seña a Caronte para que subiese.
—Verdaderamente preferiría ir en coche.
—Los puentes de paso al otro lado del río están cortados. Necesitaríamos más personal y tardaríamos en dejarlos transitables. No disponemos de ese tiempo, con la moto podremos sortear cualquier obstáculo.
—Hace demasiado ruido y la protección que ofrece es nula.
—Siempre puedes quedarte.
Caronte se subió a la moto y se agarró a la cintura de Kool en cuanto este aceleró. A pesar del chaleco podía notar la dureza de sus músculos. Kool era más bajo que Evan, que el tal Luca y, por supuesto, que Ayyer, pero daba la impresión de estar más fornido, más musculado. Se apretó con fuerza al cuerpo de Kool y se dejó llevar.
Circulaban lentamente por el margen del Tíber, pegados al agua. Habían descendido con la moto por las escaleras de acceso junto al Ponte Mazzini. Según Kool en esas zonas había menos zombis y nadie podía controlar con facilidad sus movimientos, no había aclarado quién podría querer hacer tal cosa. Caronte supuso que se refería a Luca y su gente pero no indagó más. Mientras pasaban bajo el Ponte Sisto Caronte disparó a dos zombis que amenazaban interponerse en su camino, cayeron al río, el Tíber continuaba fluyendo ajeno al horror que poblaba la ciudad, el agua que levantaron los dos cuerpos salpicó sus rostros, estaba fría. Caronte volvió a agarrarse a Kool.
Continuaron su avance por el margen del río. Alcanzaron la Isla Tiberina y sobrepasaron el Ponte Cestio. Junto a la orilla, parcialmente hundido de proa, se encontraron con el Livia Drusilla, una embarcación que recorría el Tíber repleta de turistas antes del Apocalipsis. Dos zombis deambulaban por su cubierta inclinada dando bandazos incapaces de escapar de él, puede que se tratase de dos de esos turistas testigos del último viaje de la embarcación. Mientras lo sobrepasaban Caronte no pudo dejar de mirarlo; el abandono que mostraba ese barco era el reflejo del deterioro irreversible que dominaba la ciudad, el país, todo el mundo.
—¡Baja!
Kool había detenido la moto en la zona en la que les habían recogido. Allí permanecían las huellas de los neumáticos en el barro adherido al camino de acceso.
—No se aprecia rastro de Yess y Zoe.
Kool observaba en silencio el terreno, los alrededores.
—Ese Hotel queda cerca ¿No? —Caronte asintió— pues vamos.
—Da la vuelta, subiremos por el Ponte Palatino.
Kool esquivaba vehículos estratégicamente situados días atrás por sus hombres. Manejaba la moto con pericia moviéndose entre ellos.
Dejó atrás el Templo de Vesta y detuvo la moto. Alrededor de la Fuente de los Tritones todo eran cadáveres, habría cerca de un centenar de cuerpos.
—¿Qué coño ha pasado aquí?
Kool paró el motor y se encaminó hacia la fuente. Resultaba difícil caminar sin pisar ninguno de los cuerpos.
—Casi todos tienen un agujero en la cabeza —apuntó Caronte.
Kool había echado el arma al hombro y observaba detenidamente los alrededores al tiempo que se acercaba a la fuente. El interior estaba repleto de zombis abatidos. Intentó encontrar alguna indicación, alguna pista que le ayudase a comprender lo que allí había ocurrido. Volvió a recorrer el perímetro recogiendo casquillos entre los cadáveres.
—¿Yess y Zoe?
Kool apartó la vista de sus manos y le tendió unos casquillos. Caronte los recogió sin entender lo que pasaba por la cabeza del hombre.
—Los disparos son demasiado certeros. No son obra de cualquiera. Además son recientes, mira las manchas de sangre, un tiroteo como este se tendría que haber escuchado.
Caronte arrojó las vainas al suelo.
—¿Crees que han sido ellas?
Kool se dio la vuelta y se encaminó hacia la moto.
—Había dos armas, dos casquillos, dos armas. Una de ellas se corresponde con las balas de los fusiles de Yess y Zoe, los mismos que llevamos nosotros, la otra no. No, creo que ha sido Luca, Luca y la mujer que le acompaña. Los blancos son perfectos, fíjate la cantidad de zombis, esto no está al alcance de mucha gente.
—Hay algo que no entiendo —Kool la miraba a los ojos— ¿Por qué arriesgarse así? Ha debido de consumir todas sus reservas de munición, no tiene sentido.
Kool se dirigió hacia uno de los cuerpos tirados, la boca del zombi se abría y se cerraba con la mejilla descarnada apoyada en el suelo. La bala le había alcanzado en el cuello rompiéndoselo. Extrajo su machete y le atravesó la cabeza.
—Luca posee un elevado sentido de Unidad, la gente que le acompaña constituye ahora su Unidad, su equipo. Nunca abandonaría a ninguno de ellos.
—¿Quieres decir que todo esto es porque una de las personas que le acompañan se metió en líos?
Kool asintió, se incorporó y se subió a la moto. Caronte le siguió.
La Ducati avanzaba rápido por la Via del Corchi, al costado del Circo Máximo. Giró por la Via di San Gregorio y rodearon el Coliseo. Continuó por la Via del Fagutale hasta encarar la Via Cavour.
Kool detuvo la moto frente a las escaleras de entrada al Hotel Palatino. Paró el motor y se apeó de la moto. Los dos se separaron para cubrir más terreno. Con las armas encaradas inspeccionaron los exteriores. La escalinata de acceso, nuevamente se encontraba atestada de zombis muertos. Aquí los disparos no habían sido tan precisos, algunos zombis presentaban varios impactos.
Kool se adentró en el hall del Hotel seguido de Caronte. También había cadáveres por todas partes.
—¿Crees que también han sido ellos? —Caronte no dejaba de girar sobre sí misma mientras avanzaba con el arma al hombro.
Kool se movía entre los cadáveres girándoles la cara.
—Kool. Kool.
Caronte se acercó hasta el hombre, le cogió del brazo para llamar su atención. Kool se revolvió, se deshizo de la mano de Caronte y la empujó con violencia hacia atrás. Caronte se estrelló contra una de las mesas del hall y terminó reventándola al ceder bajo su peso. El hombre se giró y volvió a caminar entre los zombis tratando de verificar cada cadáver.
Caronte se incorporó doliéndose de su hombro derecho, se alejó hasta el mostrador y se sentó sobre él. Ahí permaneció por espacio de varios minutos sin que Kool cesara en su empeño hasta que algo llamó su atención. Se acercó con rapidez hasta la entrada. Se oía algo, un susurro lejano, un siseo continuo e inquietante.
—Tenemos que buscar refugio, rápido.
La mano de Kool la sobresaltó. Se desasió con violencia. El gesto anterior del hombre no le había gustado lo más mínimo.
—Pronto toda la calle se llenará de zombis, tenemos que subir antes de que puedan vernos.
Caronte le observaba con el ceño fruncido. Se asomó al exterior, no había rastro de zombi alguno y el rumor que se escuchaba resultaba intrigante.
—No hay ningún zombi ¿Por qué dices eso? —Caronte no terminaba de confiar en él.
—Te lo contaré arriba, vamos ya. Vamos a la habitación en la que estuviste con la cría.
Esta vez Caronte no se opuso al tirón que le dio del brazo el hombre, se mostraba realmente nervioso.
Kool corría frenético, a Caronte le costaba trabajo seguirle el ritmo. Al pasar frente a la puerta de la habitación número 17 esta se detuvo obligándole a parar.
—¿Es esta?
La puerta de la habitación estaba reventada, solo eso ya habría bastado para sospechar que alguien más había estado en ella. Una vez dentro esas sospechas se confirmaron.
—Alguien ha estado aquí después de nosotras.
—Bien, nos esconderemos aquí. Hay que proteger la puerta.
Kool comenzó a arrastrar el pesado sofá hasta la entrada. Con la ayuda de Caronte lo pegaron a la puerta. Eso bastaría contra el empuje de un par de zombis aislados pero no sería suficiente si un grupo llegaba a descubrirlos.
Caronte se dirigió a la ventana. El rumor procedente del exterior iba en aumento.
—Alguien se ha llevado los dibujos, Luca.
—Aparta de la ventana.
Kool tiró de ella con demasiada brusquedad de nuevo. Luego corrió las cortinas dejando solo un pequeño resquicio por el que observar la calle aún vacía.
—No me gusta que me traten así.
Caronte se masajeaba el hombro, el tirón se había expandido por el brazo hasta llegar al hombro. Se palpó el vendaje, sangraba de nuevo, poco pero la herida se había abierto.
Kool la observaba serio. Se acercó de nuevo a la ventana y permaneció en silencio, ignorándola.
—Ven, despacio, no se te ocurra tocar la cortina.
Caronte caminó hasta él confundida. El zumbido procedente del exterior era máximo. Cuando se asomó por la rendija todo su cuerpo sufrió un estremecimiento. Cientos de zombis ocupaban la calzada y las aceras, avanzaban arrastrando los pies, gemían y gritaban a coro con la vista fija en el frente. Apenas había hueco entre uno y otro, caminaban hombro con hombro.
—¡Dios!
—Aparta de la ventana —Kool la tomó del codo con delicadeza en esta ocasión— cuando avanzan de esta forma están hipermotivados. Si llegasen a sospechar que nos escondemos aquí no pararían hasta derribar esa puerta y devorarnos. Detectan más fácilmente los movimientos, los olores, qué se yo.
El hombre se dirigió hasta la cama y se sentó en ella apoyando la espalda en el cabecero, al lado derecho. Luego dio dos toques en la cama para que ella lo siguiese.
—Descansa, esto durará varias horas.
Caronte no fue capaz de resistirse y volvió a asomarse con precaución de no rozar la cortina.
—¿Por qué hacen esto? ¿Cómo es posible? Quiero decir ¿Desde cuándo lo sabes?
Sus ojos iban de un zombi a otro, sus miradas, sus movimientos.
Kool se aflojó el cinturón, extrajo la pistola, comprobó mecánicamente la munición del cargador y la dejó sobre la sábana. Reclinó la cabeza contra la cama y comenzó a hablar lentamente, como si la conversación le aburriese y responder fuera solo un trámite que tenía que cumplir para conseguir que la mujer le permitiese descansar.
—Desde que se desató la infección ha ocurrido varias veces, tres que yo sepa. Nadie sabe el motivo. Sencillamente ocurre y si tienes la mala suerte de encontrarte en medio lo más probable es que mueras. Los zombis, de repente, se activan y se van agrupando, como te digo no sabemos el motivo, simplemente lo hacen. Durante ese tiempo parecen más peligrosos, más despiertos, son incluso más rápidos. Recorren las calles, no siempre las mismas, juntos, codo con codo, arrasando todo a su paso.
—¿Y luego? —Caronte era incapaz de apartar la vista de la ventana.
El sonido procedente de la calle resultaba enloquecedor. A pesar de tener las ventanas cerradas el hedor a muerte parecía colarse por cualquier poro. La mujer se llevó la mano a la cara en un intento de evitar el olor.
—Todo acaba como empieza —continuó Kool— pasado un tiempo que varía cada vez, creo, los zombis regresan a su ubicación inicial. Algo parece llamarlos, guiarlos hasta el lugar en que se transformaron, un instinto primario, qué sé yo, siempre permanecen cerca de ese sitio.
—¿Y ya está?
—Ya está, sí.
Caronte logró por fin desprenderse de la atracción que producía la masa de zombis y se sentó en el otro lado de la cama.
—¿Hace mucho que le conoces?
Kool abrió los ojos y se revolvió en el colchón.
—¿A quién?
—A Evan, a Luca, a los dos.
Kool inspiró y espiró varias veces antes de volver a recostarse y responder.
—Desde que entré a formar parte de la Organización, ellos me reclutaron.
—Alguien más, alguien más sabe…
Kool se incorporó de repente y le señaló con el dedo, la mirada dura, la expresión decidida.
—Olvida lo que creas saber. Tu única preocupación ahora debe ser ayudarme a encontrar a Yess y Zoe, nada más, para eso estás aquí ¿Está claro?
Caronte asintió. Kool se tumbó en la cama apoyando la cabeza directamente en el colchón y cubriéndose la cara con la almohada. Caronte se removió inquieta.
—Ella te importa. Tenéis una relación o algo así ¿Verdad?
Kool tardó en responder, Caronte pensó que ya no lo haría.
—Ella es lo único que me importa en esta mierda de civilización que ha quedado, lo único.
Caronte observó al hombre. Ya no parecía el mercenario casi invencible, ahora se trataba solo de un hombre apesadumbrado, temeroso de perder a la única persona que le importaba, a la única persona que quería. Por alguna razón Ayyer regresó de nuevo a los pensamientos de Caronte. Kool no se parecía en nada a él, físicamente, llevaba el cabello largo, prematuramente encanecido, media barba también salpicada de canas, ojos marrones que no decían nada. Ayyer poseía un fuerte cabello negro que asomaba bajo el turbante que lo recogía, siempre le había visto perfectamente afeitado y sus ojos, sus ojos negros parecían tener poderes hipnóticos, poseían personalidad propia, su elevada estatura le confería una clara ventaja frente a los demás. No podía saberlo por la holgada ropa que vestía pero apostaría a que bajo ella se hallaba un cuerpo fibroso, fuerte, perfectamente definido. Moralmente no lo conocía lo suficiente, pero en ese aspecto, apostaría la vida a que Kool tampoco salía mejor parado. Se arrellanó en el colchón y se dejó llevar por esa visión, esos pensamientos, esos recuerdos. Una última duda la asaltó.
—¿Qué haremos si nos topamos con Luca?
El mercenario ya no respondió: dormía.
@@@
—Alma para Evan, responde Evan.
La operadora de radio le tendió el micro, Evan la observó sin llegar a cogerlo. La mujer se sintió incómoda, confundida, cuando ya iba a retirarlo y volver a dejarlo en la mesa Evan alargó la mano por fin.
—Evan —respondió claramente molesto por la interrupción.
—Tienes que venir aquí, está volviendo a pasar. Estoy en el puesto de guardia principal.
—Voy para allá.
El rostro de la operadora se había tornado blanco y la expresión de enfado de Evan había dejado paso a una creciente preocupación.
—Guarda esto, más adelante continuaremos revisándolo —le tendió la libreta en la que los operadores iban anotando todas las transmisiones recibidas y salió aprisa de la habitación.
“…está volviendo a pasar…”
No había hecho falta preguntar a qué se refería, era evidente. Sintió como el vello se erizaba. Recordó la primera vez que había sido testigo de ello. Había salido con Kool, Yess, Amanda y Stark. Iban en dos vehículos. Fue en los primeros días de julio. El calor era intenso, podía recordar perfectamente cómo se pegaba el uniforme a su cuerpo sudoroso. Se encontraban en el centro de la Piazza Mazzini. Debía haber sido una salida rutinaria, algo trivial; por el contrario habían perdido a Amanda y todos ellos habían estado al borde de la muerte. Apartó el recuerdo de su mente para concentrarse en la segunda vez que había sido testigo de esa mierda.
La riada de zombis caminaba paralelo a los muros del Vaticano. Los puestos de guardia lo advirtieron. Habían establecido un protocolo: nada de ruido, nada de movimiento. Eso hicieron. Todo fue bien… hasta, hasta que los últimos zombis fueron pasando. Un niño, el llanto de un puto crío estuvo a punto de resultar fatal. Solo quedaban zombis aislados, los rezagados, con todo eran cientos, desperdigados, sí, pero cientos. No tardaron en localizar el origen de los lloros. No había manera de hacer callar a ese niño. Solo tenía unos dos meses, su madre había muerto en el parto, al menos eso le habían dicho. Una de las soldados reaccionó, se sacó un pecho, un enorme pecho y se lo ofreció al pequeño. Al instante dejó de llorar para pasar a intentar sacar leche de donde era imposible. Los zombis se frenaron incapaces de localizar el estímulo que les había hecho reaccionar. La mercenaria se llevó al niño enganchado a su teta hacia los jardines interiores. Los zombis anduvieron deambulando alrededor del acceso durante más de una hora. Tras ese tiempo, comenzaron a alejarse, arrastrando los pies, entrando en un extraño letargo que terminaría con cada uno de ellos en el lugar en el que se habían convertido en esas malditas cosas.
Detuvo el coche frente al puesto de guardia y paró el motor. No se oía nada, nada que no fuese el rumor que se iba aproximando. Ese arrastrar de pies, esa banda sonora de lamentos. En el puesto de guardia nadie respiraba. Evan se aproximó a Alma. Se la llevó aparte, lejos de la valla de acceso.
—¿Qué haces aquí? Tendrías que estar custodiando al tipo ese, a Ambros.
—He venido para acá en cuanto me he enterado. He dejado a Kendra con ese hombre, Armand también estaba pendiente.
—¿Dónde está Kool, no estaba contigo?
La mujer respiró un par de veces y luego se llevó la mano a la nariz en un gesto que repetía cuando estaba nerviosa. Evan la conocía perfectamente.
—Alma ¿Dónde está Kool? ¿Por qué no está aquí?
Le hizo un gesto a Evan para que bajase la voz.
—Salió —susurró.
Fuera el sonido del avance de la horda zombi se incrementaba, el olor a podredumbre, a muerte ya era perfectamente perceptible, pronto sería insoportable.
—¿Cómo que salió? ¿Dónde ha ido?
—No lo sé, solo sé… —se detuvo indecisa.
—Almaaa…
—Preguntó a la jefa de la guardia por Yess, si había salido.
—¿Y había salido?
—Sí, con Zoe, a impermeabilizar el perímetro exterior.
—¿Y?
—No habían vuelto, ninguna de las dos.
—¿Les ha pasado algo?
Alma volvió a suspirar.
—El grupo que salió fuera ha dicho que no estuvieron con ellas, en ningún momento.
—¿Y dónde están?
Alma evidenció su desconcierto.
—¿Se llevaron algún vehículo?
—No, salieron a pie.
—¿Y Kool?
—Se fueron en una de las motos del Vaticano, esas amarillas.
—¿Fueron? ¿Quiénes fueron?
—Kool y la mujer que encontramos con el científico la otra noche; Caronte.
Evan intentaba adivinar lo que había pasado por la cabeza de Yess primero y luego por la de su segundo.
—¿Alguno ha contactado desde que salió?
—No, lo estuve intentando antes de llamarte pero no respondió nadie. Puede que…
—No están muertos, no Kool, ni Yess.
No lograba entender qué había pasado por la cabeza de las dos mujeres, Kool estaba claro que había salido en su busca pero ellas…
—Vale, dejemos eso ahora, concentrémonos en salvar esta crisis, que todo el mundo permanezca en silencio, que todas estén preparadas para hacer frente a un posible intento masivo de intrusión.
Vio como Alma se alejaba para coordinar el operativo y, de nuevo, fue incapaz de comprender qué buscaban las dos mujeres. No habían desertado, de haberlo hecho habrían llevado más equipo y las centinelas las vieron con el equipo y armamento ordinario, tampoco se llevaron vehículo alguno.
Como no encontraba respuesta se centró en Kool. Su motivación la tenía más clara. Desde que le vio la otra noche con Yess supo que la situación acarrearía problemas. Con todo no era eso lo que le molestaba. Le había dado una orden directa a Kool, debía mantener controlado al tal Ambros. Últimamente su lugarteniente se tomaba demasiadas licencias, cuestionaba demasiadas veces, y en exceso abiertamente, sus decisiones. Cuando volviese tendría una charla definitiva con él.
Por el momento poco más podía hacer allí. Debía tener unas palabras con Armand, desde que Kool le dijo que ese hombre podía ser inmune al virus zombi, una idea iba cobrando fuerza en su cabeza. Dejó a Alma al mando y regresó al Palacio de la Gobernación.
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Hacía ya rato que solo se veían zombis aislados, el rumor continuo había ido desapareciendo y el aire parecía haberse reciclado, aunque también podía ser que se hubiese terminado acostumbrando. Estaba oscureciendo. Decidió despertar a Kool. Se acercó a la cama y tocó levemente el hombro del mercenario.
El movimiento la sorprendió por completo. Kool la volteó del brazo lanzándola al suelo, al otro lado de la cama. Su cuerpo chocó violentamente contra la moqueta trasladando un progresivo dolor a su cerebro. Cuando logró dominarlo se encontró con el hombre a horcajadas sobre ella y el cañón de la pistola oprimiendo su seno izquierdo. El hombre no reaccionaba, parecía continuar en otro sitio, el cañón del arma dolía. Caronte temió que terminase disparando sobre ella.
—No vuelvas a despertarme así.
El soldado se apartó lentamente sin dejar de apuntarla con el arma.
—¿Y cómo coño quieres que te despierte, con una puta nana?
Caronte se encontraba indignada, le dolía el pecho y el hombro izquierdo parecía habérsele salido de nuevo de su sitio. En ese instante lo que le pedía el cuerpo era arrebatarle la pistola al hombre y vaciarle el cargador en la cabeza.
—Lo siento —su voz sonó ronca, no estaba acostumbrado a disculparse.
Le tendió la mano para ayudarla mientras enfundaba el arma. Caronte la apartó de un manotazo. Kool se alejó hacia la ventana. Había anochecido, ya no se adivinaban zombis en la calle y el maldito rumor de la horda avanzando hacia ninguna parte había cesado, de hecho, el silencio resultaba incluso molesto.
—¿Estás bien? Debemos regresar.
Caronte caminó hasta situarse junto a él, se masajeaba el hombro.
—Casi me lo sacas del sitio, si es que no lo has hecho.
—Ya te he pedido disculpas. Ahora tenemos que regresar.
Volvió a colocarse el chaleco, comprobó una vez más sus armas y se encaminó a la puerta.
—Vamos —ordenó.
Caronte dejó que se alejase. Seguía cabreada, y el hombro cada vez le dolía más. El efecto de la morfina se ha acabado, pensó. Cuando salió al pasillo se arrepintió de no haberlo hecho antes. Fuera la oscuridad era casi total, solo tenían una linterna y la llevaba Kool. Escuchó como el mercenario bajaba ya los escalones. Al fondo se adivinaba a veces el haz de luz. Se dispuso a alcanzarlo.
Kool avanzaba rápido, quería regresar lo antes posible al Vaticano. Yess ya debía estar allí, seguramente nerviosa conocedora ya de su partida. Iba a acelerar el paso cuando escucho algo a su derecha. Primero un roce, leve al principio, que se fue incrementando, luego el rugir apagado de una garganta muerta.
Giró el haz de luz en la dirección del sonido. La linterna iluminó un rostro desencajado. Bajo ese rostro una profunda herida dejaba ver la tráquea de la mujer. Bajo su pecho se podía observar la cavidad abdominal vacía, un pedazo de intestino aún colgaba de ella.
Había tardado en reconocerla, no, eso no era cierto, la había reconocido desde el primer instante pero se había negado a aceptar lo que veían sus ojos. Su sedoso cabello, ahora enmarañado y con restos de sangre y vísceras, seguramente suyas, su bello rostro, ahora desencajado, su movimiento sutil y siempre acompasado, ahora tambaleante y descoordinado. No pudo continuar mirando y se inclinó incapaz de aguantar el vómito que pugnaba por escapar de su boca.
Cuando se incorporó Yess estaba ya a un paso de él. Dirigió la linterna a su cara, elevó el fusil apuntando al haz de luz. Yess siguió avanzando, arrastrando la pierna derecha, claramente roto el tobillo. Kool bajó el arma, la luz temblaba al compás de su mano. Yess se lanzó sobre él. Dejó caer el fusil y extendió el brazo en un acto reflejo sin dejar de iluminar el rostro de la mujer que había salido a buscar. Un rostro que nunca se cansaría de besar y que ahora solo podía provocar repulsión. Yess lanzó la cabeza hacia él con la boca abierta, tratando de alcanzar inútilmente su cara. Kool la mantenía alejada sujetándola del cuello. Sentía la carne fría, muerta, húmeda por la sangre que la cubría. Yess agarró su brazo sin dejar de tratar de morderlo. Kool incrementó la presión, sintió como su tráquea se clavaba en su mano al ir apretando. Pero ella no cesaba, no podía, ya no sabía.
Unas lágrimas escaparon por los ojos del hombre. Era consciente de lo que debía hacer pero no se sentía capaz. Un nuevo gruñido lo sorprendió. Detrás de Yess apareció Zoe, se lanzó sobre él con inesperada rapidez, apenas le dio tiempo a sujetarla. Se había visto derribado y ahora seguía sujetando a Yess del cuello mientras trataba de quitarse de encima a Zoe. La linterna había escapado así que, al menos, se ahorraba la visión de sus rostros desencajados.
Escuchó el susurro del disparo, Zoe dejó de moverse y su cuerpo se relajó, restos de sangre salpicaron la cara de Kool.
—¡NOOO! —Gritó demasiado tarde.
Un nuevo disparo inmovilizó definitivamente a Yess. Su cara, con la boca aún abierta, cayó sobre su brazo. Apartó a Zoe y atrajo la cabeza de Yess, la estrechó contra su pecho acariciando su cabello impregnado ahora también de su sangre.
Caronte se acercó, recogió la linterna y le tendió la mano para ayudarle a incorporarse. Kool apartó el cuerpo de Yess. Caronte enfocó el rostro del hombre a la vez que le ofrecía su mano. En cuanto vio su rostro comprendió su error, pero ya era demasiado tarde.
Kool tiró de su brazo. El dolor en el hombro se le hizo insoportable. Salió volteada hacia delante, perdió el arma al intentar protegerse en la caída. En segundos tenía a Kool sobre ella, la inmovilizaba con las piernas y agarró su garganta con las dos manos. Caronte sentía la humedad de la sangre que cubría las manos del hombre. Podría haberle partido el cuello pero no lo hacía, solo apretaba, apretaba, pretendía ahogarla. Caronte se defendía con el brazo izquierdo aún dolorido por el golpe recibido en la habitación, el derecho le resultaba imposible moverlo, cada vez que lo intentaba el dolor de su hombro la llevaba al borde del desmayo. Notaba perfectamente fluir la sangre por su herida reabierta. Ya sentía la ausencia de oxígeno en sus pulmones, pronto su visión, se haría borrosa, sus músculos pesados. Trataba de golpear el rostro de Kool, hacerle retirar el brazo, que soltase la garra que eran sus manos. No lo lograba, las extremidades de él eran más largas. Se ahogaba, ya le costaba enfocar el rostro que apretaba su garganta sin inmutarse.
Por enésima vez su mente viajó en la distancia. Visualizó a Ayyer, su rostro, su voz grave, sus ojos negros como el carbón… su cuchillo. Llevó la mano derecha con un supremo esfuerzo al costado y extrajo el cuchillo del tuareg. Con un movimiento demasiado lento lo llevó hasta el cuello de Kool. Quería gritarle que parase, que la soltara, que no quería tener que matarlo pero de su garganta no brotaba ni un sonido, no era capaz de decir nada. Apretó la hoja contra su cuello. No quería matarlo, incluso si llegaba a degollarlo era posible que él consiguiese acabar con ella. Apretó y cortó la carne, solo un poco, solo carne, ninguna vena.
El dolor pareció devolver a Kool la cordura. La presa de sus manos aflojó. El aire comenzó a entrar tímidamente en los pulmones de Caronte.
—Para, suelta, no quiero matarte —logró articular con dificultad.
El mercenario soltó del todo, se apartó y recogió la linterna de la moqueta, buscó por el suelo hasta dar con el cadáver de Yess. De nuevo se agachó y cogió su cabeza.
Caronte se había alejado de él y se hallaba en pie pistola en mano, apuntando a la cabeza del hombre.
—Kool, lo lamento, de veras, lo lamento, pero tenemos que irnos, tenemos que volver. Ya no es ella, ya no es Yess.
El mercenario levantó el rostro, sus ojos estaban cubiertos de lágrimas. Sujetó el cuerpo de Yess y lo levantó.
—Nos la llevamos, la enterraremos en tierra santa, no la dejaremos que se pudra aquí.
Caronte no se movió, permaneció observando cómo Kool bajaba al hall del Hotel llevando con todo cuidado el cuerpo de Yess. Por fin reaccionó y corrió tras él, le adelantó y se situó delante, impidiéndole el paso. Ahora empuñaba el fusil.
—¿Qué haces? Aparta.
—Kool, no podemos llevarla, lo sabes, no ahora.
—No voy a abandonarla aquí.
—Lo entiendo Kool, te juro que lo entiendo, pero no podemos llevarla, no hemos traído vehículo…
—Buscaremos uno, los hay por todas partes, aparta, no te lo repetiré.
—No podemos pasar, cerrasteis todos los accesos en vehículo al Vaticano, tú lo dijiste.
—No voy a dejarla aquí —repitió con voz ronca intentando alcanzar su arma.
—Vale, de acuerdo, la llevaremos al Vaticano, te lo prometo, yo te acompañaré, pero no ahora. Volveremos, prepararemos un equipo y regresaremos a por ella.
—Él no querrá.
—¿Él, Evan, por qué no?
—Espera a Luca, quiere tener a toda la tropa disponible en el interior del Vaticano, no lo permitirá.
—Vale, vendremos tú y yo, solo tú y yo, no se opondrá, te lo prometo, vendremos los dos.
Un grupo de cinco zombis apareció procedente de la calle, se aproximaban gruñendo hacia ellos. Caronte se adelantó, se asentó sobre el suelo y efectuó cinco disparos. No sabría decir qué hombro le dolía más.
—No lo lograremos cargando con ella.
Kool permanecía en pie, Caronte le impedía el paso, el hombre la observaba con el ceño fruncido, su respiración era profunda, intensa. Caronte estaba segura de que en ese momento valoraba la posibilidad de soltar a la mujer, empuñar su arma y dispararle.
Por fin se fue inclinando lentamente, Caronte orientó el cañón del fusil hacia él, no confiaba en que se aviniese a razones. Kool depositó el cuerpo de Yess sobre el mostrador de Recepción, buscó en los alrededores y cubrió su abdomen desgarrado con una camisa manchada de sangre seca. Luego colocó su cabello intentando tapar los desgarros de su rostro y de su cuello. Tras eso volvió a subir. Regresó con el cuerpo de Zoe, lo depositó en el suelo, pegado al mostrador.
—Volveré a por ella, contigo o sin ti.
—Volveremos, los dos lo haremos, te lo prometo.
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Evan había estado planeando la estrategia que seguiría Armand y Sami, cuando se recuperase lo mínimo, para la obtención de una vacuna del griego ese que había aparecido.
Una vez finalizado el “incidente zombi” había regresado al Palacio. Ahora se hallaba cenando en su habitación. Miró con detenimiento el trozo de carne frío que tenía en el plato. Se suponía que era cordero. En el interior de la ciudad había varias cabezas de ganado, ovejas, cerdos, vacas. Cuidar del ganado era una de las tareas que realizaban los habitantes, los afortunados a los que habían permitido refugiarse en el interior de los muros vaticanos. La mejor alimentación, naturalmente era para los soldados, al resto se les racionaba, Armand había realizado una planificación con los nutrientes mínimos que debía recibir una persona, naturalmente era imposible cumplirlos, ni siquiera para la tropa, pero se intentaba que esos “ciudadanos abnegados” no pasasen en modo alguno hambre. Evan era consciente de que cuanto más contentos y mejor alimentados estuvieran, más fácil sería controlarlos y, al fin y al cabo aunque le jodiese, era consciente de que los necesitaba.
Volvió a mirar el filete. Le clavó el tenedor como si quisiera matarlo y lo apartó. Le apetecía pescado, cualquier pescado, hacía mucho que solo comía carne y… apartó todos esos pensamientos. En realidad la comida le era indiferente, solo estaba jodido por Kool, le había desobedecido. Luca podía aparecer en cualquier momento y él había decidido salir a buscar a su amorcito. Sí, eso era lo que le molestaba realmente, eso…
El walkie crepitó y al momento recibió el mensaje.
—… Kool y la mujer acaban de entrar.
Evan se puso en pie, había dado orden de que Kool se presentase en su despacho en el momento que llegase pero no tenía paciencia. Se vistió y se colocó sus armas. Volvió a mirar el filete y volvió a pensar que le apetecía pescado, luego salió en busca de Kool.
Al terminar de descender las escaleras del Palacio de la Gobernación una ráfaga de aire frío azotó su rostro, lo agradeció, no le gustaba el calor, nunca le había gustado. Inspiró hondo; se estaba cabreando ¿Dónde estaba Kool?
—¿Dónde está Kool?
La respuesta a través del walkie tardó en responder.
—Creo… creo que ha ido a por un vehículo…
Evan colgó el walkie en el cinturón y colocó la mano sobre la empuñadura de la pistola, luego se dirigió hacia la parte de atrás del edificio, allí aparcaban normalmente los vehículos. Nada más girar la esquina descubrió a Kool junto a un todoterreno, la mujer estaba a su lado. Se dirigió hacia él tratando de controlar su respiración.
—¿Dónde vas?
Ni un saludo, ni una pregunta de compromiso, un disparo a bocajarro.
—A por Yess —respondió sin dejar de continuar con los preparativos.
—¿Por qué no ha venido contigo? ¿Y Zoe?
—Porque está muerta, las dos están muertas.
La respuesta cogió por sorpresa a Evan, no se la esperaba, la muerte de Yess y Zoe constituía un contratiempo pero en el fondo no cambiaba nada, habían desobedecido sus órdenes y ahora estaban muertas, lo mismo que Kool, pero él estaba vivo y se disponía a desobedecer de nuevo.
—¿Dónde vas? —Repitió Evan.
—Se vieron sorprendidas por los zombis, ellas…
—Tú cállate —ni siquiera había mirado a Caronte.
—Te he hecho una pregunta Kool.
Evan se situó a la espalda de Kool, este se disponía ya a subir al asiento del conductor. Se volvió y se enfrentó a Evan.
—A recuperar su cuerpo, no voy a dejar que se pudra allí.
—Lo único que tenías que haber recuperado era su equipo.
—No estaba, ni su armamento tampoco, se lo llevó el que las atacó.
—Creía que habían sido los zombis.
Cada frase era más áspera, más dura, Caronte sabía cómo iba a terminar la confrontación. Kool era duro, fuerte, rápido, pero no era rival para Evan. Tenía que intervenir pero no sabía cómo hacerlo.
—Un puñado de zombis no habrían acabado con ellas, fueron los de las emboscadas.
Caronte desconocía a quién se referían pero pensó que, de haber alguien relacionado, bien podría haber sido Luca, era más plausible, al fin y al cabo, Yess había ido en su busca y había terminado en el Hotel en que este se había refugiado. Aunque eso tampoco tenía demasiado sentido. Se habían transformado porque los zombis las habían atacado antes de morir, eso era lo único cierto.
—Nadie va a salir de la ciudad.
Kool levantó la cabeza, miró directamente a los ojos de Evan. Sabía cómo iba a terminar, Evan no se retiraría, no daría un paso atrás, nunca lo hacía y él, él estaba cansado, cansado ya de todo, al contrario que la postura que mostraba Evan, Kool estaba tranquilo, indiferente. Bajó la mano y la colocó sobre la empuñadura de su pistola. Sabía que no le daría tiempo a disparar, Evan era mejor, mejor y más rápido, pero ya le daba lo mismo, iría a por Yess o moriría de una vez.
—Yo iré, yo traeré su cuerpo, los cuerpos de las dos.
Caronte se interpuso entre los dos hombres, ninguno se movió lo más mínimo.
—No contabas conmigo, estoy herida —se llevó la mano al hombro— no puedo luchar. Cogeré este coche y traeré los cuerpos. Tú lo has dicho, necesitas a todos los efectivos disponibles para enfrentarte a Luca, Kool es el mejor, vamos…
La mención a Luca hizo que Evan reaccionase, volvió la vista hacia Caronte.
—Nadie se va enfrentar a Luca.
La respuesta sorprendió a Caronte.
—Creía que…
—No sabes nada, apártate a un lado… y… mañana saldrás a por los cuerpos. Irás sola
Caronte asintió y se volvió hacia Kool, llevó su mano a la que descansaba sobre la pistola.
—Yo traeré sus cuerpos. Kool, yo lo haré.
Logró que el hombre apartase la mano de la pistola, Evan no esperó más, dio media vuelta y se alejó con grandes zancadas.